Una piedra volcánica atravesando el Tríptico Tifón
- luis carlos sanabria
- 25 may
- 6 Min. de lectura
En la serie “Autores leyendo autores”, una reseña de El tríptico Tifón de Sergio Taboada.

La mitología griega señala que Tifón, hijo monstruoso de Gea y Tártaro, fue una divinidad violenta, tempestiva y furibunda. Tenía tal fuerza que podía lanzar enormes rocas hacia el cielo sin esfuerzos. Por eso se lo asociaba con los vientos tempestuosos y con los fenómenos volcánicos. Por eso hasta el día de hoy Tifón apela a los ciclones tropicales en el hemisferio norte. Tal vez también por ello el escritor paceño Sergio Taboada se apoya en la furibunda deidad para presentarnos su El tríptico Tifón.
Tres libros hay en este poemario heterogéneo y explosivo. En sus tres bloques explora observaciones, devenires, alter egos, sofismas y cartografías de una misma voz poética. En sus tres bloques un yo fragmentado dialoga con el canon literario nacional, con otras tradiciones, con sus tradiciones privadas y con su historia particular.
Apoyados en la misma metáfora, proponemos —para esta lectura— tres manifestaciones de Tifón hiladas transversalmente por una misma voz poética. Una tormenta, una explosión volcánica y un proyectil serían las formas “tifónicas” en las que proponemos dividir este tríptico. El hilo conductor de estas tres es una voz poética que a veces es furia, a veces lava y a veces ala que vuela con calma y una especie de paz.
La voz triforme del tríptico Tifón
Sobre este yo, el escritor y crítico Christian Jiménez Kanahuaty señala lo siguiente en la contratapa:
[El libro] establece un ritmo en el cual el autor se diluye entre las voces invocadas, demostrando un yo poético que escapa a las clasificaciones para entregarse a la duda y a la manifestación del mundo que crea.
Desglosemos un poco esta afirmación.
Kanahuaty intuye esta presencia de la voz propia del autor a la que hace referencia, diluida en el yo poético a partir de algunas referencias e interferencias de tipo intratextual y paratextual.
Un ejemplo de esto es la solapa del libro. En ella se nos indica que Sergio estudió Literatura en la Universidad Mayor de San Andrés. Llegamos a conocer este detalle de la formación académica del autor por la declaración del paratexto, pero también se puede llegar a inferir esta particularidad por el diálogo intertextual que tiene el yo poético con los autores canónicos de la academia paceña.
Ófrico albor de olor a cerrado
muñequito Saenz
durmiendo en una caja de Rataplán.
----Bate los sustratos: ecos circulares del tiempo
encerrados en madera anciana, rugosa
(eres ¿madera vida o árbol difunto?);
Sabemos, por el paratexto, que Sergio tiene relación con otras tradiciones poéticas. Toma el valiente riesgo de traducir al español poesía. Poesía china. Poesía china traducida al inglés. Lo sabemos porque se nos dice de él, en la solapa, que la Carrera de Literatura pronto publicará Catay. Su traducción al español, del inglés, de poesía china. Pero, de manera textual e intertextual, también podemos intuir que la voz mantiene un diálogo con otras tradiciones poéticas. Lo notamos principalmente en citas, intertextos, y maneras de encarar el lenguaje complejizado y conflictuado.
También podemos intuir esta disolución de la voz del autor en el yo poético en algunos poemas que parecen, más bien, autobiográficos. Parecen, porque la voz construye imágenes de una memoria y una conexión con el momento tan auténticamente subjetivas que a pesar de su lenguaje trabajado resultan encriptadas hasta el secreto. Intuimos, digo, porque no existe manera de saber si es realmente así. Y eso otorga un aura misteriosa a las sensaciones y situaciones mundanas, cotidianas.
***
Por otro lado, hemos dicho también que los tres libros del Tríptico encarnan alguna manifestación de Tifón. Ya sea la tormenta, el volcán o la roca lanzada como proyectil, la presencia del titán se encarna en el tríptico.
Además, como si se tratara de una sinécdoque de esto mismo, la voz también oscila entre estos tres estados a lo largo del libro.
Las tres partes que lo componen se denominan El resuello de la tormenta, Las canciones de argucia de Gilberto Tesauro y Aquí.
Cada una mantiene una estructura particular en temática y estilo. A pesar de que podamos sentir que la voz es transversal en los tres, cada cara del tríptico puede leerse como un libro diferente /independiente en estilo y tema. Al ser la voz transversal, podemos identificar sus oscilaciones en los estados antes mencionados, a pesar de que cada segmento corresponde a una determinada “forma de Tifón”.
Tormenta
El Tríptico comienza con fuerza. Su primera parte presenta la furia transversal de Tifón desde el inicio mismo de la lectura: el título. El resuello de la Tormenta nos pone, de entrada, en el frenesí de los vientos violentos y reflexiones tormentosas.
Con poemas largos y a ratos encerrados en sus sentidos el yo poético comienza a dejar ver en su voz aquel vínculo estrecho con la tradición poética boliviana que se comentó con anterioridad. Una tradición —se intuye— arraigada en La Paz y con sus propias tormentas.
Y escogí el licuado de roca seca, aire y horizonte altiplánico;
y tragué sin premura, por años enteros,
en medio de trance, calor aún más seco, quemante altiplánico
Cadenas licuadas y anillos rocosos, Cordillera de los Andes.
Cabe señalar que, cual nubes densas de tormenta; esta parte del libro condensa grandes pasajes en prosa poética.
Por otro lado, son constantes las construcciones lingüísticas que buscan, incluso en la calma, hacer presente la tormenta. De manera insistente, la voz escoge palabras que den cuenta de los soplidos de Tifón.
Recoger desde la sacudida del aire (pues mi cabeza se zambulle en la borrasca del cielo:
quizá con un poco de humo estupefaciente,
no tóxico ni drogadicto,
mi forma de gran HURACÁN oh GRAN ritornelo
equidistante entre la imagen y el verso= a un TIFÓN , griega etimología….)
Volcán
Para el segundo libro —o la segunda cara del tríptico— la voz adopta un nombre. Una suerte de alter ego manifiesto desde el nombre del segmento: Las canciones de argucia de Gilberto Tesauro.
Encarnada en Gilberto, la voz da rienda suelta a reflexiones que, yendo más allá de la argucia, parecen humo.
Estoy arriba, yo Gilberto Tesauro,
y lanzando mi reliquia al fuego
y naciendo mi visión hacia el centro de la tierra,
vislumbro la desorganización ideal:
aquí hay vidas que quieren escapar a su representación
ideas que al licuarse en magma chisporreante
ganan validez de esencias o existencias.
Este es un humo que a momentos es intenso y chisporreante como fumarola de volcán, y que a momentos es más sutil y misterioso.
A lo largo de todo el Triptico Tifón la voz ejercita diálogos con tradiciones estéticas y de pensamiento. Pero probablemente es en este segundo libro en donde la hallamos citando obras o nombres con mayor insistencia.
Estas menciones, sin embargo, no constituyen revisiones a profundidad de otras propuestas. Son más bien diálogos referenciales y sutiles, como granada de humo que difumina los perfiles a pesar de haber algo identificable.
Estoy muerto en potencia y lo seguiré estando.
Como diría Petrarca “e dissi: —A cader va chi troppo sale”,
y que Atilio Pentimalli traduce:“y dije: —Termina por caer quien demasiado sube”,
pues me icé con los ojos del cielo al sol y del sol al cielo que me hice con la generosidad del Fiat Lux,
como el Lucifer de Navokov, cuyo sinónimo es Falso Sol.
Proyectil
Finalmente, en la tercera parte del libro, Tifón arroja la voz como un proyectil, como un chorro de lava contenida en el volcán, como las cenizas del centro de la tierra, como las rocas arrojadas por el viento.
Palabra que es dirigida, lanzada. Y se hace concreta en un espacio conocido por un colectivo: Aquí.
Un aquí público y a la vez privado. Un espacio que se nos hace conocido por sus referencias en el tiempo, y que a la vez se hace completamente extraño al ser apropiado por la voz poética. Un trastocar constante entre la memoria colectiva de la historia política de Bolivia con la intimidad del yo.
Y solíamos ir a desayunar api (no muy seguido) a la plaza Villarroel,
api que humea
Y cuyo contenido radioactivo púrpura despierta
a quien duermemueve a quien despierta.
Conocer a la familia recíproca fue algo difícil.
Tenía que dibujar un Snoopy en una polera
y me condeno por no haberlo hecho.
Ese fricasé con tu abuelo estaba delicioso,éramos buenos borrachos con tu abuelo,
al PS-1 él seguía perteneciendo (tu tío, su hijo,
hace años ya, había muerto por la democracia en la
U.M.S.A),
y ese día, ¡ese día nos grabaron…! Hay video de eso.
También podemos encontrar a la voz poética convertida en proyectil en construcciones de versos con ideas concretas y lenguaje preciso y universal. Contundentes proyectiles lanzados sin la necesidad de una dirección fija. Con precisión y a la vez como esquirla en el azar de la explosión.
Caminando con un martillo negrísimo, carbonizado,
pues aún soy joven,
busco, quizás detrás de mis ojos,
el punto infinito que me llevaré sobre las espaldas
(alzándolo de nuevo como un aparapita)
la roca de Sísifo
moviéndose moviéndose moviéndose a mis espaldas,
persiguiéndome acaso a poca distancia.
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