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En busca de la “gran novela boliviana” (o algo parecido)

Una idea, una encuesta, un ensayo. Un proyecto que terminó en un libro de pronta presentación (Cuarto de siglo. Libros y autores bolivianos 2001-2025) muestra, entre otras cosas, que 41 expertos eligieron un corpus con lo más destacado de la ficción boliviana de lo que va del siglo, con tres obras a la cabeza: Tierra fresca de su tumba, de Giovanna Rivero; De cuando en cuando Saturnina y Catre de fierro, de Alison Spedding. Lo que sigue son extractos del ensayo, encargado por la revista El Zorro Antonio, y que es a la vez texto introductorio del libro señalado, en el que se recoge reseñas críticas de las obras clave en este primer cuarto de siglo.


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Los 200 años de Bolivia como Estado libre e independiente son un buen pretexto para mirar atrás y evaluar, para tratar de sacar conclusiones y reflexionar en torno a diferentes fenómenos, ideas o momentos de esta historia bicentenaria.


En el caso de la literatura, el gran proyecto acorde es, sin duda, la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB), una iniciativa del Estado que desde 2014 publica una selección de 200 de las obras fundamentales escritas por bolivianos o sobre Bolivia. Como este bicentenario coincide además con otro número redondo: el primer cuarto del siglo XXI, planteamos en lo que viene una aproximación a la narrativa nacional escrita en el periodo 2001-2025, bajo una doble perspectiva: revisión y proyección. ¿Qué se ha escrito más? ¿Cómo, con qué características comunes? ¿Qué hilos conductores hay con tendencias literarias pasadas y qué cambios o nuevos derroteros se empieza a notar?


La idea que mueve este trabajo es, entonces, conformar un corpus de consenso con la ayuda de escritores, editores y críticos bolivianos, en torno a lo más leído y destacado de la narrativa boliviana de ficción en el periodo señalado. ¿Cómo hacerlo? No se puede, desde luego, hacer un despliegue ni cercano al que dio lugar a la lista de la BBB, pero recogiendo experiencias similares –detalladas líneas abajo–, se trabajó en un sondeo que dio como resultado un corpus de 12 libros ampliamente respaldados, y a partir de los cuales proponemos algunas reflexiones a modo de aproximarnos a algunas respuestas a las preguntas arriba planteadas.


Una premisa clave que guía estas líneas es que el corpus seleccionado no deja de ser, a fin de cuentas, una suma de lecturas y preferencias que, aunque provengan de poco más de cuatro decenas de “expertos”, son susceptibles a la arbitrariedad. Una hipótesis con proyección sería, entonces, ¿llegará esta selección a consolidarse?, ¿conformará, en algún momento y seguramente junto a otros libros, una unidad representativa de este momento en la literatura boliviana? En todo caso, hay que considerar otros criterios externos al método de selección que los avalan: número de ediciones, traducciones a otros idiomas y premios.

Doce libros bolivianos de ficción consensuados (2001-2025)

 

Título

Autor

Puntaje

1

Tierra fresca de su tumba

Giovanna Rivero

19

2

De cuando en cuando Saturnina

Alison Spedding

15

3

Catre de fierro

Alison Spedding

14

4

Periférica Blvd.

Adolfo Cárdenas

14

5

Cuando Sara Chura despierte

Juan Pablo Piñeiro

14

6

El exilio voluntario

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

10

7

Hablar con los perros

Wilmer Urrelo

10

8

Los dos entierros de Eleuteria Aymas

Máximo Pacheco

 9

9

Ustedes brillan en lo oscuro

Liliana Colanzi

 7

10

Iluminación

Sebastián Antezana

 6

11

Los días de la peste

Edmundo Paz Soldán

 5

12

Los afectos

Rodrigo Hasbún

 5

El resto de los libros

Tras el “top 12”, en las siguientes posiciones quedaron: con cuatro menciones: Las desolvidadas del amor, de Máximo Pacheco; Para comerte mejor, de Giovanna Rivero (3); Fantasmas asesinos, de Wilmer Urrelo (3); La desaparición del paisaje y Miles de Ojos, de Maximiliano Barrientos (3); Seúl, Sao Paulo, de Gabriel Mamani (3); Los árboles, de Claudia Peña (3); La composición de la sal, de Magela Baudoin (3); El llamo blanco, de Jesús Urzagasti (3); y Potosí 1600, de Ramón Rocha Monroy (3). Diez libros tuvieron dos menciones y 37 lograron una mención.


Explicación de la encuesta

Se envió a poco más de medio centenar de escritores, críticos, editores y bolivianistas una pregunta abierta: mencione los que considera “los mejores libros bolivianos publicados en el primer cuarto de este siglo, tomando en cuenta narrativa de ficción y no ficción, ensayo literario y poesía[1]”. Se dio, además, la posibilidad de que escojan un “mejor libro” o ganador y menciones, o simplemente den menciones sin orden jerárquico. Al tabular los resultados se asignó dos puntos a los elegidos específicamente como “mejor libro” y un punto a las menciones. 41 personas respondieron, vía correo electrónico y WhatsApp, y sus criterios ayudan a conformar el corpus.


Dos ejes evidentes: la tradición desde nuevos enfoques y una búsqueda de lo universal

¿Por qué intentar elegir un corpus consensuado de la narrativa boliviana de este primer cuarto de siglo? ¿Cómo hacerlo? ¿Qué criterios medianamente certeros tomar? En una reflexión cercana a estas premisas, Mauricio Souza al analizar la “narrativa boliviana reciente 1985-2010”, empieza con otra interrogante: ¿cómo definir la noción misma de lo contemporáneo?


Esta propuesta se hace con la certeza, primero, de que los límites temporales no homogenizan –ni mucho menos– criterios, enfoques y temáticas de los narradores; y, por otro lado, de que para hacer una lectura precisa va a ser necesaria una perspectiva más amplia que solo da el paso del tiempo.


Otra vez siguiendo a Souza, valga remarcar que en este intento de “construcción del lugar presente”, aparecen al menos dos claras rutas, como lo evidencia el corpus consensuado, detallado líneas arriba: la necesidad de revisitar algunas aristas de la tradición (neoindigenismo, neocostumbrismo) y, en la vereda del frente, la urgencia de –más bien– romper con cualquier lazo y raigambre en una decidida búsqueda de “autonomía” –temática, estilística– y universalidad.


Por un lado, en el grupo en el que identificamos una “revisita” a algunos eslabones de la tradición literaria boliviana, tenemos novelas que la crítica vio como una suerte de desprendimiento o evolución del indigenismo y del costumbrismo: dos novelas de Alison Spedding: la neo katarista y ciberpunk De cuando en cuando Saturnina y Catre de fierro, una saga de la Bolivia criolla, rural y periurbana; el neobarroco de Cuando Sara Chura despierte, de Juan Pablo Piñeiro; el policial criollo de Periférica Blvd., de Adolfo Cárdenas; y el indigenismo “moderno”, no paternalista, de Los dos entierros de Eleuteria Aymas, de Máximo Pacheco.


En un segundo grupo de consenso están libros que se desprenden del todo de la tradición imperante en los tres primeros cuartos del siglo XX y se concentran en lo individual, existencial –un momento de “diversificación”, según Sebastián Antezana–, con un trabajo minucioso que muestra un tratamiento de lenguaje veloz, despojado de vínculos con las abigarradas maneras del habla regional boliviana. Fueron ampliamente mencionadas por los sondeados: Tierra fresca de su tumba, de Giovanna Rivero; El exilio voluntario, de Claudio Ferrufino-Coqueugniot; Hablar con los perros, de Wilmer Urrelo; Iluminación, de Sebastián Antezana; Ustedes brillan en lo oscuro, de Liliana Colanzi; Los días de la peste, de Edmundo Paz Soldán y Los afectos, de Rodrigo Hasbún.


Es importante tener presente que, más allá de su enfoque, los libros del primer grupo no dejan de mostrar características que los acercan a los otros, incluyendo esa autonomía y universalidad que los segundos persiguen; pero los rasgos comunes se centran sobre todo en el estilo, las estrategias narrativas y el modo en que se encara en las últimas décadas la misión de escribir, el oficio literario, cada vez más lejos de la noción de pasatiempo de fin de semana que predominaba hasta incluso fines del siglo XX.


Apuntes finales

Tal vez para entender tanto las diferencias como las convergencias de este corpus de narrativa boliviana del primer cuarto del siglo XXI, sea necesario hacer un sucinto repaso a lo inmediatamente anterior: ya Luis Antezana J. identificó la irrupción de la novela urbana de Saenz y Urzagasti como un factor de renovación al promediar la segunda mitad del siglo XX, tras el quiebre que propiciaron años atrás dos libros clave: Cerco de penumbras (1958) de Óscar Cerruto y Los deshabitados (1959) de Marcelo Quiroga Santa Cruz.


Juan Carlos Orihuela, habla de una narrativa de “introspección, de percepciones casi siempre subjetivas, de patios interiores” como un signo que evidencia la renovación de los imaginarios sociales y colectivos que predominaron poco antes, a la luz de la Revolución Nacional y las dictaduras militares. Así, ya en los 90 del siglo pasado se debe identificar las pistas de un cambio de ciclo. En el prólogo de su libro La patria íntima, Leonardo García Pabón señala que el intento más serio e imaginativo, desde el pensamiento boliviano, por comprender la “nación cultural boliviana”, se ha dado sin lugar a dudas desde la literatura, donde no solamente se traducen “factores sociales e históricos”, sino que se reproduce al “ser humano” como “sujeto y objeto” de esos factores.


Se partió con algunas preguntas y, evidentemente, se cierra con muchas otras. La irrupción y consolidación de Paz Soldán, sobre todo, y otros escritores que siguen su estela (Giovanna Rivero, Juan Pablo Piñeiro, Rodrigo Hasbún, etc.) a fines de los 90 e inicios de los 2000, puede considerarse como un punto de inflexión en la narrativa boliviana: ¿surge con esta generación la literatura boliviana del siglo XXI? ¿Es verdad que estos autores, más que otros, se “profesionalizan” como escritores “a tiempo completo”, y que desde su dedicación total y decidida a las letras se forja una tendencia de perfeccionamiento, seriedad y mayor compromiso con la literatura?


[1] Como queda visto, para este proyecto se definió limitarse a la narrativa de ficción, en espera de utilizar los resultados completos en otra oportunidad.

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