Un ballet de leprosos (Lumen, 2023), novela póstuma escrita mucho antes del despertar de su faceta de cantautor, registra ya algunas de las obsesiones recurrentes del genial poeta y cancionista y, sobre todo, su tan original manera de narrarlas.
You're living for nothing now I hope you're keeping some kind of record.
Leonard Cohen
Además de escuchar y escuchar sus canciones, que nunca dejan de embelesar, no hay mejor manera de gozar de la trascendencia del arte de Leonard Cohen que leyendo sus letras de cuando en cuando.
No se puede escuchar su prosa –bueno se puede, pero ¿quién banca los audiolibros?– y, créanme, da ganas, porque la voz narrativa, la impronta es poderosa, lírica, hipnótica. Ya se vio en Mi juego favorito y Los hermosos perdedores y queda reafirmado en su novela póstuma Un ballet de leprosos (Lumen, 2023) que, paradójicamente, fue la primera que escribió en los años 50 y nunca quiso sacar a la luz. Y uno se pregunta por qué, si en algunas viejas entrevistas, confesó que creía que era su mejor libro de prosa.
Intentamos, entonces, contar de qué va esta novela, y analizar algunas propuestas, recurriendo más que nunca a los fragmentos para tratar de “escuchar” lo más posible de la voz del autor. En este párrafo podría resumirse el quid de la obra:
Tenía que ser derrotado porque había vencido, porque se había convertido en un ejemplo imposible de emular, tenía que ser derrotado para demostrar que todos somos hombres, que todos somos sucios y gloriosos, victoriosos y envilecidos, que no hay un hombre sucio y otro glorioso, sino que cualquier hombre en sí mismo es sucio y glorioso. (63)
Vive solo en una pensión en Montreal y narra en primera persona. Su anodina vida con un trabajo mediocre halla apenas matiz en el sexo con Marylin, a quien no se anima a largar por miedo y flojera de quedarse solo (sin sexo) y de tener que conseguirse otra.
Es un gran error –dijo–. La emoción de lo prohibido, la emoción de portarse mal se agota enseguida, y los amantes se aburren el uno del otro muy rápido, sus identidades sexuales se vuelven más y más indefinidas hasta que se pierden del todo. (17)
Dos hechos cambian todo por completo. Casi de manera paralela llega a vivir con él su anciano abuelo al que no conocía y de quien no sabía que estaba vivo. Al buscarlo en la estación de trenes, conoce a un bodeguero tullido y deforme que lo obsesiona.
El abuelo trastoca su vida: comparten un pequeño cuarto, debe cuidarlo, afeitarlo, alimentarlo, debe cogerse a Marylin en silencio mientras este duerme a un par de metros. Le transmite, además, el viejo, un humor cáustico que de la nada torna en ira. Su decrepitud y extravío le despiertan un hartazgo inexplicable que desencadena la violencia[1].
¿Cómo puedes estar tan ciega? ¿Por qué eres tan débil que dejas que te haga esto? ¿Por qué no te resistes? ¿Por qué haces que te haga sufrir? ¿Por qué me obligas a hacerte daño? (71)
El deforme empleado de ferrocarriles, a quien no puede dejar de perseguir y amedrentar, hace emerger en él una insólita capacidad de odio: el asco y desprecio, los perjuicios que hasta entonces mantuvo latentes y ocultos, sobrepasan lo obsesivo y llegan a lo pasional.
¿Qué hay en nuestra condición que nos hace odiar a los débiles y a los feos? ¿Qué cuentos nos contaron de jinetes apuestos y delicadas damiselas que nos han convertido en perseguidores de los lisiados, los toscos y los quebrantados? ¿Por qué usamos las mismas palabras para describir la belleza del cuerpo y la belleza del alma? (40)
Al final tras un desenlace que equilibra el absurdo entre el desasosiego y la hilaridad, todo queda reducido a una suerte de fábula con dos moralejas: que hay personas envueltas en tantas máscaras y capas de personalidades y apariencias, que su verdadera esencia no resiste la mínima incidencia externa. Y que hay gente tan débil y vacía que rehúye como sea a mirarse en un espejo (soledad, autonomía) y busca desesperadamente un referente al que parasitar[2].
He comprobado muchas veces en mi vida que solo al enfrentarme a las emociones ajenas puedo confirmar mi propia estabilidad. Su pesar me reconfortó, me volvió viril y compasivo. La llevé a la cama. Estaba sollozando, era el sollozo entrecortado de una niña. (19-20)
Mediante su narrador y su personaje, Cohen desarrolla su proverbial talento para hacer filosofía de lo común y ordinario.
Hace mucho que sé que estamos ciegos en mitad de un acto. La sabiduría radica en la anticipación. (12)
Cada pequeña historia y pasaje dentro de la historia per se de la novela, se vive-refleja-cuenta con esa carga de lucidez epifánica que tienen sus mejores canciones.
Entre la violencia y lo grotesco, entre la absoluta abulia y los visos de ternura, siempre habrá un momento para dejarse llevar por el amor o al menos el (auto)engaño que lo promete. Esto se ve mejor que nunca en el pasaje que da razón al título de la nouvelle.
El amor es constante, solo cambian los amantes. A veces lo imagino como un juego de sillas musicales. Cuando la música cesa, unos pocos, muy pocos, desdichados, no pueden seguir en la partida; los demás encuentran donde sentarse antes de que vuelva a empezar la música (…) Y Marylin tendría que haber sabido que en una ciudad sin murallas como esta, donde los enfermos y los sanos van de la mano, debería dejar su campana de leprosa y bailar con cualquiera que se lo pidiera. (21-22)
No se puede evitar relaciones directas con sus canciones más descorazonadoras: “The Traitor” (My falsity had stung me like a hornet / The poison sank and it paralysed my will…), “You want It Darkner” (There's a lover in the story / But the story's still the same / There's a lullaby for suffering / And a paradox to blame / But it's written in the Scriptures / And it's not some idle claim…), pero sobre todo, hay pistas notables que llegan a “Stories Of The Street”, donde se pinta el panorama de la angustia existencial extrema y, por lo tanto, del desasosiego ante el devenir de las personas (individualidad) y de la sociedad: (The age of lust is giving birth / And both the parents ask / The nurse to tell them fairy tales / On both sides of the glass / And now the infant with his cord / Is hauled in like a kite / And one eye filled with blueprints / One eye filled with night…)[3].
[1] Remitámonos a una de sus más conocidas canciones: “Bird On The Wire”: Like a little baby stillborn / Like a beast with his horn / I have torn everyone who reached out for me // But I swear, I swear by this song / I swear by all that I have done wrong / I will make it all up to thee..
[2] Ahora la referencia viene de “In My Secret Life”: I'll be marching through the morning / Marching through the night / Moving cross the borders / Of my secret life…
[3] Ya puestos en esto, no olvidemos “The Future” y “Everybody Knows”.
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