Dos novelas de la Nobel Han Kang
- martin zelaya
- 7 mar
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 9 mar
Apuntes sobre La vegetariana (Random House, 2024) e Imposible decir adiós (Random House, 2024), dos de las más destacadas obras de la escritora coreana, y que tienen un claro hilo conductor: la violencia y las estrategias oníricas para afrontarla.

¿Dónde se ha visto que alguien no coma carne en estos días?
Yeonghe sueña con un espacio lleno de trozos carneados de animales y decide volverse vegetariana. Su esposo y familiares la toman al inicio por caprichosa y extravagante, pero al ver que va en serio, se tornan violentos para obligarla a recapacitar.
Me acerqué a mi mujer con pasos vacilantes. El golpe había sido tan fuerte que le había dejado una marca sanguinolenta en la mejilla. Como si justo entonces se hubiera quebrado su serenidad empezó a jadear.
- ¡Sujetadle los brazos!- ¿Qué?
- Cuando por fin empiece a comer, comerá como antes. ¿Dónde se ha visto que alguien no coma carne en estos días? (41)
El único refugio, pasajero, es su cuñado –esposo de su hermana– artista visual, que empieza a sentir una fuerte atracción por ella: algo físico, animal, de inicio, hasta que sucumbe a la ternura y la pasión. Abandonada por su esposo, rechazada por sus padres y apenas sostenida por la compasión de su hermana, la joven acepta que el conspicuo cuñado cumpla su fantasía: le pinta el cuerpo con flores, él se cubre también con estas figuras y se filma junto a ella en una rebuscada performance sexual.
Entonces él se dio cuenta de qué era lo que le había impactado tanto cuando ella se tendió sobre la sábana al principio. Era un cuerpo exento de deseo y paradójicamente era también el bello cuerpo de una mujer joven. De esa contradicción emanaba una fuerte fugacidad, una fugacidad extraña y sólida. La luz del sol se diseminaba a través del ventanal como en infinitos granos de arena y, aunque no fuera perceptible a la vista, la belleza de ese cuerpo también se estaba desmoronando como arena pulverizada… (81)
Tras una inicial redención –se acaban las pesadillas– solo se precipita el desenlace fatal: Yeonghe decide rechazar no solo la carne, sino la comida en general y, con ello, la vida. Internada en un psiquiátrico, se consume poco a poco en su intento de volverse un vegetal. Entiende, en la recta final, que su rechazo físico a la carnalidad, a la vida como se conoce, es una necesidad de volverse árbol.
Yo creía que los árboles estaban de pie, derechos… Ahora lo sé. ¡Se sostienen boca abajo, con las manos en el suelo! (…)
- Estaba a punto de entrar en la tierra… derretida por la lluvia… completamente derretida. Es la única manera que existe… para nacer de nuevo al revés. (136 / 148)
Hay decisiones y posturas que determinan vidas… la propia y, a veces, ajenas. Y peor cuando estas van en contra de la convención social y se enfrentan a la intransigencia de la turba enardecida. De eso va La vegetariana, de Han Kang; una reflexión sobre la violencia –acoso, marginación– que se ciernen sobre el diferente.
Kang explora la noción de la locura o abandono de las facultades racionales; en este caso, la idea de dejar de ser-estar-existir voluntaria y premeditadamente, para desafiar los límites de lo humano para para explorar en carne propia la realidad de lo vegetal.
La autora plasma su historia con una gran habilidad narrativa: primero desde el punto de vista del esposo de Yeonghe que asiste –horrorizado en su cortedad– a la caída de su mujer en lo que su ignorancia califica como locura; luego desde la experimentación sensual-sensorial narrada por el cuñado; y finalmente desde la resignación de la atormentada hermana que ve apagarse a Yeonghe sin lograr florecer.

Una de fantasmas y presagios
A Gyeongha, escritora, le persiguen los fantasmas de una masacre de civiles sobre la que acaba de escribir un libro, y tiene una recurrente pesadilla en la que se ve en medio de un cementerio lleno de árboles que empieza a inundarse.
Tras largos meses de bloqueo y asilamiento, en los que apenas escribe un fallido testamento, la contacta Inseon, vieja amiga fotógrafa que perdió un par de dedos en un accidente de carpintería, y le pide que vaya a su pueblo a cuidar a su cotorra.
Empieza entonces una road movie de Seúl a la isla, y de la depresión al borde de la locura; mientras la extraviada escritora profundiza aún más su deriva existencial.
Fue en ese instante cuando pensé por primera vez que quizá esa marea azul oscura que se llevaba los huesos de los túmulos no estuviera relacionada con las víctimas de la masacre de Gwangju ni con el tiempo transcurrido, sino que fuese una especie de vaticinio personal. Que ese lugar con las tumbas anegadas y las lápidas mudas presagiase el futuro que me esperaba.
Es decir, mi vida en este momento. (13)
La Nobel coreana presenta en Imposible decir adiós, una novela sobre la crisis: existencial, mental y emocional; crisis de autor (página en blanco) y, de trasfondo, crisis social y violencia política.
Alternando el presente de las amigas con flash backs a la infancia de Inseon y de su madre –víctima sobreviviente de otra masacre, la mayor de la historia coreana–, la autora traza una perturbadora reflexión en torno a la fugacidad del tiempo y, por ende, del paso de cada persona-vida-historia por el mundo; de las tragedias propias y colectivas y de los pocos momentos de paz y alegría.
La nieve, ligera, veloz, casi intangible, pero persistente y peligrosa, es una metáfora cabal a lo largo de toda la trama.
Un copo de nieve que cayó en mi mano enguantada mostró una forma hexagonal casi perfecta antes de derretirse. El siguiente en caer había perdido un tercio de su volumen, pero aún conservaba intactos cuatro de sus delicados brazos. Estos desaparecieron primero, pero el núcleo, blanco y pequeño como un grano de sal, permaneció un instante más hasta convertirse en una gota de agua. (86)
¿En verdad Gyeongha fue al hospital y luego a la isla? ¿En verdad Inseon –o su fantasma– volvió al pueblo y le reveló toda la historia de su padre y tío masacrados? ¿En verdad existe Inseon? ¿En verdad sobrevivió Gyeongha a la travesía en la tormenta de nieve, y no son su fantasma y el de su amiga los que viven la aventura, a la sombra de los espectros de los 3.500 fusilados y enterrados décadas atrás en una mina?
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