Furia (Sigilo, 2021), de la mexicana Clyo Mendoza, acaba de ganar el Premio Primera Novela en su país. Una prosa única y de efecto demoledor que en menos de un año se editó en México, España y Argentina. Llegaron varios ejemplares al país en la reciente FIL de La Paz.
Juan y Lázaro, soldados, amantes, no saben que son hermanos. Son hijos de Vicente, el vendedor de hilos.
Juan es hijo de Cástula, una negra indigente y alcohólica que buscó a toda costa concebir de Vicente para vengarse de Sara, la mamá de Lázaro, que la echó de su lado.
Mucho años después, Salvador y María no pueden librarse de su amor que agoniza sin terminar de morir. Salvador también es hijo de Vicente. María, de un hombre que enloqueció.
La propuesta narrativa de Clyo Mendoza es de tal magnitud que, a la hora de plantearme una síntesis de Furia (Sigilo, 2021), su primera novela, apenas se me ocurren estas tres breves descripciones. Pero viéndolo bien, es suficiente. Hay libros que no se pueden contar o resumir, pero que llaman a leer y releer y recomendar a rabiar. Este es uno de ellos.
Dialogando con las tres frases referidas, tres conceptos traspasan estas páginas: transgresión, corporeidad y violencia.
Tengo un mal presentimiento. Tengo la sensación de que Dios nos mira, ¿no te lo has preguntado, Juan? Quizás sea verdad que estamos pecando y que lo que sigue después de esta guerra es otra peor. Estoy cansado de matar, el sabor de la carne me da asco. Siento que la carne sabe al miedo de los animales que cazamos, pensó Lázaro sin dejar de mirarlo. (23) [Transgresión].
Hombres y mujeres espectrales, pero carnales a la vez. En un México casi irreal y onírico, pero tan pedestre a la vez. Un microcosmos donde el desierto, el calor, el vapor nublan mentes, memorias y lo hacen posible todo.
¿Quién querría poner en el mundo un embrujo de este tipo? Dejarle a uno el cuerpo, pero sin sus posibilidades. Un cuerpo sin posibilidades, pero con toda la memoria de haberlas tenido. Toda la sensación de la antigua potencia perdida en un cuerpo que uno no se explica. (117) [Corporeidad].
Con esta impactante novela, Mendoza configura su propio “realismo mágico” del siglo XXI. Lacónico, salvaje y de destinos y signos terrenales. Con un aire rulfiano innegable, pero con una impronta original a toda prueba.
Para vivir esa vida era necesario parecer una leyenda, practicar el gesto del mal, ejercer un poco de misterio. No era difícil: el duelo de ser quien era, un duelo todavía más pesado que la ya lejana pero punzante pérdida de Lázaro, solo era posible de llevar con un infinito enojo. El fuego de la ira era su combustible, eso atravesaba su piel, sus huesos y se hacía evidente. (171) [Violencia].
¿Y qué son transgresión, corporeidad y violencia, sino deseo?
Que tu mano alcance en la oscuridad un orificio, que lo toques hasta que lo humedezcas y que ahí se vaya abriendo una espiral, una espiral hacia la que eres atraído, como si fuese un remolino marino, sí, y caes ahí como viajando en ti mismo, en tu sangre caliente, tu sangre a tope, toda la sangre de ese específico pedazo tuyo hundiéndose en el bucle de alguien que te abre las piernas, y sientes como si desde siempre hubieses sido un pequeño bote con un navegante dormido y ya no se pudiera hacer más que abandonarse. (139)
Esta novela fue publicada en 2021 en México por Almadía y en España y Argentina por Sigilo, y acaba de ganar el Premio Primera Novela en México. Ah, y llegó a más de un estand de la reciente Feria Internacional del Libro de La Paz, ¡ojo al dato!
Furia es una magistral exposición de talento y control absoluto de la palabra. Mendoza, poeta antes que narradora, como queda claro en sus páginas, parece haber vivido dos o más vidas en sus 29 años; las suficientes para leer, sentir y experimentar todo lo que pone en bocas, bagajes y suertes de sus personajes.
Furia es, además, una refrescante continuidad en el halagüeño panorama actual de la narrativa de escritoras latinoamericanas. Y sí, vale la contradicción. Continúa Mendoza la estela de Fernanda Trías, Mariana Enriquez, Mónica Ojeda, Marina Clos, Giovanna Rivero y Liliana Colanzi, entre muchas más, gestoras de una renovación lúcida y necesaria del realismo desde las posibilidades abiertas en estos momentos en que se hace cada vez más evidente la debacle del Antropoceno y se hacía necesario incorporar recursos de lo fantástico, apocalíptico, gótico y paranormal, sin llegar de pleno a romper los límites de lo real verosímil. Y refresca, Mendoza, sin salirse de esta gran ola, porque hace suyos, recoge y reinterpreta lo mejor de algunos registros del prehistórico boom, como nadie de las que le preceden.
“Sabe usted, madre, yo a veces me imagino que el alma es como un fantasma atrapado en el interior de esta máquina”, le dice a Cástula un mercader, figura efímera pero fundamental del libro. Furia es una novela de fantasmas vivientes, de cuerpos como máquinas… una novela con alma.
Queda la sensación de que aquí hay algo fundacional.
“Furia es una novela de fantasmas vivientes, de cuerpos como máquinas… una novela con alma.”
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