Diario de sueños: un momento pequeño y muy especial
- avril pol
- 23 abr
- 4 Min. de lectura
Avril Pol reseña el libro de relatos Diario de sueños de Emilio Martínez.

Justo en ese momento del día en el que ya no está atardeciendo pero tampoco es de noche, justo en ese momento pequeño entre dos momentos enormes, prendí la lamparita de mi mesa de noche y abrí el libro de Emilio Martínez. Al ver el primer cuento, apenas algunas líneas, pensé: “creo que este libro es igual a este momento: pequeño, especial”.
Y tenía razón.
Con Diario de sueños de Emilio Martínez, se empieza ya con una idea fija: los sueños. Hay una frase que dice: “de un sueño se puede decir cualquier cosa, menos que sea una mentira”, y no podía dejar de pensar en esa frase mientras leía el libro, porque sentía que con cada microrrelato la frase se hacía realidad: dentro de su demencia, cada texto tiene sentido, pues da la impresión de que lleva al lector por un lugar desconocido, un espacio de la realidad abstracta que tiene sentido solamente en ese momento.
Leí y releí los relatos a la luz de la lamparita, pensando en lo acostumbrados que estamos a usar mucho para decir poco, cuando se puede usar poco para decir mucho. La meticulosidad del uso de las palabras es algo que siempre me ha fascinado, creo que por eso me voy más por el relato corto, porque mientras más corto, hay menos margen de error, no hay lugar para que falte o sobre ni una sola coma, porque puede que solo haya una:
“Poco después de probar las pecaminosas mieles de la carne, el joven teólogo eligió las ideas de lo absoluto como un océano más sencillo donde ahogarse”.
El uso de la palabra “mieles” engloba no solo lo dulce del erotismo, sino lo pegajoso, lo que se te queda y no se sale si no es con agua, y que además atrae otras cosas que se acumulan en una capa de mugre que hace que el dulzor inicial se convierta en otra cosa, en una cosa sucia. En una sola palabra yace la complejidad del microrrelato.
“Con aquel chispazo entre los índices que iluminó la galaxia, Dios y el hombre se crearon mutuamente”.
Cada texto obliga a quedarse un rato contemplando cada palabra, no solamente para comprender lo que se dice, sino también para comprender lo que no se dice; y esa –pienso– es la mejor parte del relato corto: ese momento de contemplación en el que se va formando un imaginario que parece ser infinito en su brevedad. Además de este goce como lector, es interesante, como escritor, explorar esa sombra que está justo detrás del texto, que existe pero que no se puede ver a simple vista.
Mientras pensaba en lo que me gustaría desglosar en esta reseña, me di cuenta de que el texto “Lilith” son, en realidad, dos relatos diferentes, un poco como la película en la que Leonardo Di Caprio tiene sueños dentro de sueños. Es un relato dentro de un relato, y ambas historias llevan a lugares específicos. Estoy formada en cine, así que casi todo lo que leo se convierte en una película clarísima en mi mente, y con este cuento fue como si me hubieran puesto lentes de realidad virtual: es un ejemplo perfecto de cómo los estereotipos pueden ayudar con lo particular, cómo los personajes necesitan imaginarse de una manera específica para que el giro del final funcione. El ritmo del relato es excelente, te lleva de la mano, sin prisa pero sin pausa; la incredulidad del personaje principal no está ahí solo en función del personaje, sino que también para que uno mismo esté con la guardia baja para que el final sea lo que es.
“La extraña visita del señor Mendizábal” sigue la misma estructura. Son dos protagonistas, uno en apariencia más coherente que el otro. Está el señor Mendizábal, un personaje bastante estereotípico: un señor mayor, desequilibrado y obsesivo; sin embargo, no es hasta el final que nos damos cuenta de que capaz, a fin de cuentas, no estaba tan loco.
Otro atributo que debo destacar de este libro, es el lenguaje. Si hay algo que no puedo perdonar es que la voz del personaje no sea verosímil con su contexto. Estos relatos definitivamente logran un balance interesante: no tienen lenguaje neutro, tampoco regional… y es que, como habíamos mencionado antes, con el relato corto no se puede descuidar ni una sola palabra.
Diario de sueños es una lectura que uno tiene que hacer con calma. Pero es difícil. Es como cuando uno tiene un plato de papitas fritas delante y casi nunca resiste el impulso de acabárselas de inmediato. Lo malo es que después te da un dolor de panza que ni te cuento, por lo que es mejor tomarse el tiempo para masticar cada microrrelato, quedarse un rato, saborearlo y recién tragar. Esperar un ratito más para agarrar el siguiente y metérselo a los ojos para poder de nuevo masticar y saborear.
Los relatos y microrrelatos de este libro son definitivamente atrapantes; nos obligan, como lectores, a comprometernos, a dar de nuestra parte para completarlos.
“Autores leyendo autores” es un proyecto de La Trini, 88 Grados y La Ramona en el que escritores de Editorial 3600 reseñan libros de sus colegas.
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