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Volverme a tejer

Una lectura de la segunda edición del poemario Qué más queda cuando de Marcia Mendieta Estenssoro

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En la nueva edición de Qué más queda cuando (Editorial Electrodependiente, 2025) de la escritora Marcia Mendieta Estenssoro (Bolivia, 1992) aparecen las ilustraciones de Nicole Vera para agregarle una nueva capa de sentido a este poemario publicado por primera vez en 2022, por la Editorial 3600.


Esta reedición, más acotada que su primera versión, transforma el poemario en un libro objeto cuya diagramación posibilita lecturas no lineales. Así, se puede plegar y desplegar el libro, no solo en su forma física, sino también acompañando el pulso en el que se despliegan los pensamientos del yo poético. Son los pensamientos los que se abren, se instalan y nos acercan a la intimidad misteriosa entre el adentro y el afuera de lo que se ve y se piensa.


Con un rojo predominante, el texto se hace incendio mientras sigue a la voz poética que se pregunta por lo que no puede, lo que no quiere saber, lo que oculta. Las imágenes potentes de versos sin comas, sin puntos, casi sin pausas, nos llevan hacia esta sensación de corriente y continuum de la consciencia, como si las llamas fueran también arrastrando las palabras del yo poético con todas sus preguntas y sus cavilaciones.


Los colores del poemario se asoman, entonces, para darle un matiz nuevo a su edición original y nos ofrecen una capa adicional de significado, eso que brota y que invade a todos los poemas. En mi lectura, la imagen visual y textual más potente que recorre el libro es la del hilo, acentuando ese continuum ya nombrado, ese tejido por el que la voz nos guía, entre lo que se hace y se deshace, con la palabra, pero con el cuerpo mismo. Como lectores y observadores, seguimos el hilo con el que la voz se identifica, para desovillarse y desenredar su flujo de consciencia.


Es la palabra, entonces, la que se inserta para permitirle a esta voz volverse a tramar, volverse a urdir:


tirar del extremo

hasta el desbarate

desbaratarme

hilo por hilo

y volverme

a tejer


Lo que se incendia en el poema, entonces, es esta voz-hilo de pensamientos, la que se va anudando y soltando mientras avanza y ensancha el tiempo. Las temporalidades se superponen en el correr de las estaciones, y esa elasticidad con la que se cambia de estación en estación es otro de los motivos recurrentes en el universo de Qué más queda cuando. Acompañamos el cambio, la naturaleza cíclica y el correr del tiempo.


En su sintaxis, el poemario juega con una primera persona del singular, que salta a una tercera y entreteje un nosotras en femenino: “si lo sabremos nosotras que estamos siempre al borde de la llama”. La declaración es poderosa, casi como una consigna feminista que llevamos todas las que sabemos lo que significa estar al borde de la llama. Pero es la primera persona en singular la que cuenta los minutos y el paso del tiempo, aquel que a la distancia se pregunta por lo que viene pero también por lo que está a su alcance.


Eso es lo que pasa en “Era verano y amanecía”, seguimos el detenimiento de este cuerpo que despierta acalorado y observa los objetos que la acompañan, los recorre en su despertar. Somos acompañantes en esa intimidad desde los ojos del yo poético. La aparición de un cuarto propio, haciéndole guiño a Virginia Wolf, nos conecta con una voz que recuerda el cuarto propio quizá de la infancia, pero también el que se ha armado en la vida adulta.


De este modo, Mendieta consigue, de una forma sutil y misteriosa, volver hacia lo cotidiano, a lo doméstico, a ese nuevo hogar pero también a ese otro que está lejos, en algún país en donde vuelve a abrirse un sentir coral: “me pregunto si aquel que está en frente siente nuestro país incrustado en el cuenco del estómago”. Las observaciones avanzan guiadas por una voz que se demora en su propio ritmo, ese que nos lleva a la hondura de la memoria y del presente.


El rojo incendio del poema, presente en texto e imágenes, nos acompaña hasta el final y crea este diálogo entre poeta e ilustradora. Rojo encerado, rojo baldosa, como el del poema, la voz vuelve a acercarnos a la experiencia sensorial del yo poético frente al clima, la temperatura y el paisaje que muda de estación en estación.


Pienso en por qué este libro debería ser leído hoy y me acojo a su detenimiento y su relación con el tiempo, la observación minuciosa de aquello que la rodea. En un mundo que le exige a todo estar a un ritmo desenfrenado, Qué más queda cuando es un respiro poético para ir al detalle, a los cambios de la naturaleza, y a aquello que la memoria evoca y se pregunta entre el adentro y el afuera.

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