Sudor, gomas y lysoform
- j. malebrán
- hace 30 minutos
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Juan Malebrán ofrece una lectura de Operación bikini (Editorial 3600, 2025) de Rodrigo Figueroa, libro ganador del segundo premio en el LI Premio Franz Tamayo, Categoría Poesía

Lejanos aquellos centros donde el cuerpo se educaba en la desnudez, con la mirada de los dioses recorriendo las mismas hendiduras recorridas a pocos metros por paidotribas, gimnasiarcas y demás instructores. Recintos donde templar musculatura y osadía, mientras la oreja, hexámetros mediante, practicaba su afinación. Flexiones y rectitud. Sudor y aceite de oliva. Lejanos a las poleas donde el cuerpo hoy se agota en la solitaria rutina de quien mira y espera ser mirado, mientras unos y otros, en el disimulo de licras y mancuernas, ejecutan la pantomima del decoro. “Allá él, siempre en el mismo lugar, como un hámster gigante”, sin destino alguno. Acá ella, con su cola de caballo sacudida al ritmo de la banda eléctrica, o en el “ala más oscura del gimnasio aquel, también ejercitándose, pero con el peso muerto de las palabras”.
Unos y otros, ante el rendimiento ajeno, en la ya distante lozanía que es la irreparable pérdida de masa muscular. Por ahí, también, la encargada de quitar grasa de los espejos, educando sus bíceps en el arte de la limpieza y en el goteo de cada sentadilla: la ruleta rusa de “la salud contra voluntad”.
Asomos de humor es lo que hay, cuando los gritos del entrenador y una tripa en ayuno se sincronizan. Dietas y atracones en el engaño de uno mismo y, a la mañana siguiente, aún peor que la más insufrible de las resacas, tan solo el “desbalance de la balanza”.
Algo de aquello es lo que hay. Alguien rigurosamente depilado, como en aquellos lejanos centros donde el cuerpo era todo desnudez. Algo siquiera en el gimnasio presentado por Figueroa, donde pareciera, entre todos los músculos, ser el amor propio el más fatigado.
Por ahí, el incremento de membresías y la insatisfacción corporal como sinónimo de insoportabilidad sonora: coach, desórdenes alimenticios y el colmo del mercado en el dueño de una franquicia con acciones en broaster, papas, harina y mozzarella.
Difícil operación la del bikini ante tal escenario. El business del fitness. Muy bien, ¿y el poema?
La elongación también es un tipo de ejercicio —advierte Figueroa— y el poema (..) “un músculo, que se tensa, expande y ejercita”. Perfecto. Pero ¿y si el poema fuese acaso puro calentamiento, una serie de giros articulares, balanceos, cruce de brazos y negativa al levantamiento de cualquier peso, bajo la luz del foco que fuere? ¿El reverso del rendimiento y la motivación? Por ahí, entonces, en estas breves páginas, el asomo también breve de Lihn, boicoteando la meta de construir la mejor versión de nosotros mismos. E igualmente, por ahí, comparaciones y metonimias, exigiendo la creación del hábito. ¿Disposición interna, condición de ser, capucha y actitud monacal? Tal vez. Se sabe que quien va por la vida [y por el texto] en busca de metáforas, tarde o temprano, se encuentra con ellas.
Por ahí, entonces, este gimnasio desde la intimidad del cuerpo, al exponer pliegues, tersura, deseo y presunción. Un cálculo siempre desequilibrado de proteínas y calorías. Y esta suma de personajes compartiendo la misma inquietud, la misma soledad: fichas de estatura, peso e índice de masa corporal. Uno y otro, ante la medida de lo bello, en el desgaste de los huesos y en la insistencia del tecleo. “¿Alguien aquí quiere parecerse a sí mismo?” —interroga finalmente el autor—, como si efectivamente se pudiera llegar a ser lo que se es. Asomos de humor, por suerte, es lo que hay. “Rinoplastia, elevación de cejas, cirugía de párpados”. Cuestión de solvencia, si quisiéramos ahorrarnos el esfuerzo y tomar el atajo. Esta vez, gracias “al arte del cirujano”.







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