Una entrevista con la escritora cubana Maielis González, quien hace poco publicó el libro de relatos Crónicas de un desvanecimiento con Yerbamala Cartonera
- ¿Por qué escribiste Crónicas de un desvanecimiento? ¿Qué eventos o experiencias personales te inspiraron?
- Este libro es el compendio de algunos cuentos breves que fui escribiendo en diferentes momentos de mi vida. Algunos pertenecieron antes a otras colecciones y dialogaron con los cuentos de aquellos compendios de una manera distinta a como lo hacen con los de este libro. Creo que los une una misma sensibilidad, que tiene que ver con el extrañamiento; la actitud de mirar con ojos renovados un fenómeno, de interpretarlo como algo extraordinario aun si se trata de un viaje de vuelta a tu país natal.
No podría aislar las experiencias particulares que inspiraron estos relatos, pero indudablemente dan testimonio de episodios que afectaron mi vida: la experiencia de emigrar, la otredad, la pandemia, el miedo a la muerte, la soledad... Creo que estos textos, de los que he escrito hasta ahora en mi carrera, son los más cercanos a la poesía; hacen mucho énfasis en el cómo se cuentan las cosas, a veces, dejando en un segundo plano el qué.
- ¿Cómo imaginaste el mundo que construyes en este libro? ¿Cómo influye tu contexto cultural y geográfico, La Habana, en la narrativa y los temas?
- A menudo se tiene la idea errónea de que escribir o leer géneros no miméticos (fantástico, ciencia ficción, narrativa maravillosa) es una operación que se desentiende totalmente del contexto tanto del que escribe como del que lee, pero es muy difícil crear algo totalmente ajeno a nuestra experiencia como individuos. Mi literatura, aunque pase por el filtro del extrañamiento, de la especulación o de la prospectiva, siempre hablará de mis experiencias (individuales o colectivas), de mis preocupaciones y mis añoranzas. Para todo el que emigra, su país o su ciudad natal se convierten en un espacio mítico; no existe más, pero nos empeñamos en regresar a él a partir de la añoranza o la imaginación.
La Habana a veces aparece en mi narrativa de un modo explícito. Otras, es una sombra, un fantasma que moldea los espacio o se convierte en contrapunto de lo nuevo y lo desconocido.
- ¿Cuál es tu relato favorito y cuál fue el más difícil de escribir? ¿Por qué?
- Estas son preguntas muy difíciles de contestar. Y sus respuestas estarán sujetas a cambios. Pregúntame el siguiente mes y seguramente te contestaré otra cosa. “Sobrepiel” es un cuento que me gusta mucho. En general, escribir microficción me parece tremendamente divertido, pero es también muy complicado. Es un género que tiene sus propias reglas y me adentro en sus dominios siempre con el espíritu de una niña a la que han dejado sola en una juguetería y lo quiere tocar y probar todo. De “Ni-vivos-ni-muertos” me gusta mucho el tono irreverente de su narrador. Es un cuento escrito con los miedos más rudimentarios que nos sacó la pandemia y fue un poco como hacer terapia y relativizar mis propios temores. Pero en general, ninguno de los cuentos que componen este libro fue especialmente difícil de dar a luz. Esos sufrimientos los experimento más cuando estoy escribiendo novelas. El relato y el microrrelato, para mí, son más el terreno de la experimentación, el juego y la felicidad.
- ¿En qué género literario situarías tu narrativa?
- Es complicado y en realidad no me toca a mí decirlo. ¿Qué trabajo le vamos a dejar a los estudiosos y académicos si no? Ahora en serio. Siempre me he considerado una autora de ciencia ficción y esto es una declaración política, porque como diría la querida Laura Ponce (y es una frase que me gusta siempre citar) “la ciencia ficción no se escribe, se milita”.
Escribir literatura especulativa desde el sur global o desde cuerpos y experiencias del sur global será siempre un acto de resistencia frente a las narrativas del poder que han tenido la hegemonía, históricamente, sobre los imaginarios del futuro. Si bien la ciencia ficción no habla únicamente del futuro, sí posee es cualidad desarticuladora que nos permite especular sobre nuestro destino como colectividad, incluso como especie, y hacerlo teniendo en cuenta a los sujetos, problemáticas e imaginarios de las periferias es poderosísimo.
Así que, aunque la propia ciencia ficción latinoamericana se esté erigiendo como un corpus muy híbrido y heterodoxo, y los teóricos tengan que romperse cada vez más la cabeza para dilucidar cómo estas narrativas continuarían respondiendo a la noción de ciencia (si lo que se entiende como ciencia abarca solo lo que Occidente considera como tal)… aunque cada día sea más difícil entender de qué hablamos cuando hablamos de ciencia ficción porque una etiqueta es algo inmóvil y un género es una entidad viva y cambiante, yo seguiré considerándome una autora que escribe ciencia ficción primordialmente.
- ¿Por qué crees que tu voz se tradujo en dicho género?
- No lo sé, la verdad. ¿Nerd se nace o se hace? Lo cierto es que la parte visible de la realidad nunca me fue suficiente y necesité explorarla desde otros ángulos. La ciencia también es un discurso, una cultura. Con la especialización, la postverdad y el secuestro de la educación por parte de las élites, creer en los discursos de la ciencia es un acto de fe equiparable al de creer en alguna religión o en el horóscopo. Solo que, de los anteriores campos, solo uno es comprobable. Quizás elegí escribir ciencia ficción y no fantasía porque me gusta tener la razón.
- ¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto literario?
- Sí. Pronto empezaré el proceso de corrección de mi último libro, que debe salir en España para principios del año próximo. Se trata de una novela histórica con visos de realismo mágico, folklore afrocubano y hasta un poco de steampunk. Tiene lugar en el siglo XIX durante las guerras de independencia de la corona española y su trama se sitúa en un palenque de esclavos cimarrones en la Ciénaga de Zapata. No es estrictamente ciencia ficción o, si lo fuera, sería de acuerdo a cómo el siglo XIX entendía la ciencia.
- ¿Hay elementos o temáticas de Crónicas... que planeas explorar más a fondo en futuras obras?
- Probablemente. Me gustaría escribir un libro de cuentos de terror con temáticas e imaginarios de la región latinoamericana y caribeña. En Crónicas… hay relatos más en esa onda y se exploran aspectos más conectados con el territorio latinoamericano. Así que se podría decir que muchos gérmenes ya están ahí.
- ¿Cuál es tu expectativa sobre la recepción de Crónicas... por parte de los lectores? ¿Hay algún aspecto específico o mensaje particular que te gustaría que retengan o reflexionen después de leer tu obra?
- No pienso mucho en la vida de mis libros una vez que se independizan y salen a recorrer el mundo. Asisto incrédula a las experiencias positivas que tienen con sus lectores. Todo me parece muy bonito e irreal, como si no se tratara de algo que he puesto yo allá afuera. Con este libro ya he vivido experiencias muy hermosas porque está llegando a lectores que no imaginé. Me siento muy agradecida con cada persona que decida dedicar su tiempo a leer mis palabras.
Lo del mensaje y las obras literarias es casi un trigger (disparador) para mí. Provengo de un contexto en que muchas obras han sido censuradas por su mensaje incómodo o donde se les exigió a los creadores concebir obras con un mensaje determinado, útil para “educar a las masas”. Entonces, no me propongo escribir libros con un mensaje fijado de antemano. Mi mensaje es mi mera existencia como individuo en el mundo; y mis libros, la prueba de que he estado aquí. Espero que quienes lo lean puedan resonar, en algún sentido, con lo que en ellos está escrito; que experimenten que aun cuando pudiera pensarse que somos muy diferentes hay algo en el fondo que nos iguala.
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