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Grecia: los dioses se han sentado a la mesa

Unos días en Atenas y Santorini para rendir pleitesía a su milenaria y diversa gastronomía mediterránea.


Como soy la favorita de dios, hace un tiempo cumplí mi sueño de conocer Grecia, ansia guardada en el alma desde que leí La Ilíada a eso de mis 10 años. Me puse cursi y lloré a los pies de la Acrópolis, quedé muda viendo el Partenón, saqué unas 400 fotos... todo un papelón. Y como toda golosa, comí cuanta delicia mediterránea hallé a mi paso.


Fueron meses preparando mi Tour Gastronómico, o sea leer la historia de la gastronomía griega, que data de unos 400 años antes de Cristo, fusionando los sabores de varias culturas milenarias. También averigüé las recomendaciones, entre las que no prioricé lugares de moda o zonas turísticas, donde se suele pagar de más y no se come mejor. Quería empacharme de sus sabores más antiguos, más tradicionales, más frescos, en esos espacios que evocan la raíz mediterránea. Y si se podía, que sean baratos. Y sí: comer exquisito en Grecia no es caro.


Frutos de mar, cordero y pescados fueron los protagonistas de mi periplo. A ello se sumó el yogurt, las ensaladas y la superlativa charcutería griega... ¡Jesús, María y José! Yo podría comer todos los días esas carnes curadas.

 

Menú ateniense, a la altura de los dioses

El punto más alto lo hallé en un boliche que previamente fue tienda de charcutería, luego taberna y hoy es uno de los restaurantes patrimoniales griegos en el corazón de Atenas: Karamanlidika. Es un hermoso paisaje con fiambres y embutidos, es un lugar cariñoso con una cocina excepcional que ofrece platillos muy muy tradicionales. Y para colmo, orquestando el trabajo de la administración se halla la sonrisa de María, una española que tras reconocer mi inglés con acento de hispano parlante comenzó a mimarnos a mí y a mi pareja con postres y dulces. ¡Qué momento espléndido y feliz que llevaré por siempre en la memoria y el corazón!


En este lugar caí de rodillas ante las anchoas marinadas. Anchoas tan frescas que pude sentir la sal de mar muy en el paladar. Rústicas y bellamente preparadas: limón, tomate, ajo, aceite de oliva... no sé qué más se precisa para sentir sabor y vida.

Luego llegó el cordero: kavourmas, un exquisito guiso muy muy sazonado cuyo sabor también está vinculado a Macedonia. Viene acompañado de papas, pimentones y mucha paprika.


Isli kefte fue el entrante que elegimos: albóndigas alargadas que son griegas, sí, pero también árabes, turcas y judías. Es carne muy especiada de ternera –a veces, pero sobre todo de cordero– que acompañamos con una de las muchas salsas de yogurt que ofrece Grecia.

En el tour por la capital ateniense es inevitable llegar al barrio de Plaka –a los pies de la Acrópolis– que tiene tiendas de souvenirs para todo bolsillo –desde los más limitados hasta los más decadentes– y restaurantes al aire libre. Aunque abarrotado de visitantes, sus calles laberínticas lo hacen precioso. Allí encontré un bolichito en el que la gente esperaba en largas filas con tal de adquirir los giros tradicionales de Tylixto, receta que suele ir acompañada de la exquisita salsa tzatziki. El gyro se hace de cordero o cerdo muy especiados y cuece en rotación vertical, pero al césar lo que es del césar: esta delicia de fama mundial también tiene su cuna en Turquía.

 

Atardeceres y sabores de Santorini

En la madrugada partimos en Ferry hacia la idílica isla de Santorini, una de las postales que más belleza y ensoñación produce a nivel global, con su apariencia nívea en medio de las colinas al borde del mar Egeo y sus techados azules.


Eran las 15.00 horas cuando salimos a buscar almuerzo y debido al calor, la quietud inundaba sus calles. Pero en Malthia sosegamos hambre y sed, ¡y de qué manera, señoras y señores! Sin dubitar y para refrescarnos, la primera petición fue una ensalada griega: queso feta, pepino, tomate, cebolla, aceitunas, orégano y aceite de oliva. El plato fuerte fue kleftiko, grandilocuencia culinaria con al menos cinco siglos de historia a tu mesa: patas o costillas de cordero envueltas en papel que cuecen horas en horno de barro junto a papas, zanahorias, pimentones. Los jugos emanan como quien respira. Un imperdible.


Luego, fue el turno de probar la tan afamada moussaka, cuyo origen en realidad es árabe, pero su versión más promocionada es la griega: la berenjena dice “presente” en todo su esplendor y junto a capas de carne de cordero, forma un pastel humedecido con salsa bechamel. Y pa’l horno... Y como no podía ser de otra manera, la visita a Santorini culminó con broche de oro: una fresquísimo y elegante langosta.

 

Gastronomía griega: un par de apuntes y una nostalgia

No podía partir de Grecia sin probar su dulces y repostería, en las cuales la masa filo –esa una maestría–, impera junto a la miel y los frutos secos. El tamaño de los locales de estos bocadillos es superlativo, no andan con medias tintas y a la hora del té la gente compra un montón de pastelillos, postres y panes... los griegos son golosos. El baklava es el dulce griego más famoso, pero comparte su origen con Oriente Medio. El Kataifi es una delicadeza preciosa cubierta de hilos de dulce.


Cuando dije que comer en Grecia no es caro, hablaba de comida callejera desde los cinco euros. Un almuerzo bien servido en restaurante lo consigues en un promedio de 10 a 15 euros y como en todo lugar, también hay lujos que pueden superar los 100 euros. Pero sin duda, los costes suben mucho más en Italia o España para intentar una travesía de real comida tradicional de primer y único nivel.


Con razón, Grecia, eres la cuna de la civilización occidental. Tu mesa lo confirma.

 

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