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El temblor que la sostiene. La poesía de Rafael Cadenas

“Leer a Cadenas es leer a un sabio de la poesía, un ser humano dueño de una voz firme y de poderosas atribuciones”, señala el poeta Benjamín Chávez en este texto sobre el flamante Premio Cervantes.


La poesía de Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930) siempre ha estado presente en el sostenido rumor de la poesía hispanoamericana. Siempre, al menos desde que allá por los años 60 se lo leyera con admiración en los poemarios Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960), dos libros que escribió tras un exilio de cuatro años en la isla de Trinidad a causa de la dictadura de Pérez Jiménez en Venezuela.


Casi desde entonces, sus poemas han formado parte de las más importantes antologías, ya sean estas hechas en su país, como la de Guillermo Sucre, su compañero de generación, o las debidas a autores tan conspicuos como Julio Ortega o Eduardo Milán, Andrés Sánchez Robayna, José Ángel Valente y Blanca Varela. Luego, la obtención de varios premios muy importantes, no hizo más que reconocer y ampliar el ámbito de sus lectores. Premio San Juan de la Cruz (1992), Premio FIL de Guadalajara (2009), Premio Federico García Lorca (2015), Premio Reina Sofía (2018) y ahora el Premio Cervantes.


Los registros de su poesía son múltiples porque Cadenas no ha cesado de buscar los límites expresivos de la palabra poética, cualidad valorada por el jurado del premio que acaba de concedérsele que en el último lustro ha galardonado exclusivamente a poetas de España (Brines y Margarit), Peri Rossi y Vitale (Uruguay) y ahora él, el primer venezolano en obtenerlo.

Esos múltiples registros de su obra son diversos modos de renovación de una fidelidad poética imperecedera: “Esas escrituras invariables. / Siempre regreso al mismo idioma. Un cuero embrujado de animal. / Inatrapable, pero presente como la vida de un antepasado. / Tejido sobre el tejido, la lengua muerta del amor, fuego que me ha hecho adicto de un culto insinuante”.


Su escritura, que hasta la fecha alcanza una veintena de títulos (sin mencionar su también importante obra ensayística), se inició con un libro publicado a sus 16 años que lleva por título Cantos iniciales, una exacta nominación que anunciaba una obra poética que con el paso del tiempo iría ganado en intensidad y sugestión hasta alcanzar en sus últimos poemarios “la síntesis y el equilibrio de la pura contención” como afirman Ángel Esteban y Yannelys Aparicio, dos conocedores de su obra.


También en la década de los 60 publicó Derrota (en el “Clarín del Viernes”, Caracas, 31 de mayo de 1963), que llegó a convertirse en uno se sus poemas más celebrados y el libro Falsas maniobras (1966), poemario que muestra un cambio en su registro que ahora se aproxima a los tonos coloquiales de la poesía que se escribía en América. Luego, tras un largo silencio, publicó Intemperie y Memorial (1977). “Estamos ante un poeta que recela del lenguaje, de sus proteicos poderes, de su capacidad para decir y hacer decir cualquier cosa” nos dice Ana Nuño en un libro dedicado al poeta venezolano.


En 1983 publicó Amantes: “Frases escuetas / que crecen en la página. / El asordado hablar del amante / no puede competir / en la plaza”. Dichos y Gestiones son libros que aparecen en la primera mitad de los 90. En este último el poeta dice: “Los años han corrido y no dejé de registrar caídas. Entonces la piel era solo clausura. La magia no había sido destituida”.


En 2000 y 2007, las editoriales Fondo de Cultura Económica de México y Pre-Textos de España publicaron Obra entera que reúne toda su producción hasta esa fecha. Luego vendría Sobre abierto (2012) del cual transcribimos su poema “Las palabras” porque, como dice el crítico venezolano Luis Miguel Isava, desde hacía décadas, desde que publicó Intemperie “la atención (de Cadenas) se concentra en las palabras: se sostiene el poema en sus resonancias casi aisladas”.


Las palabras

Parece que nos sostienen pero no se apoyan en nada.

Qué honra decirlas con silencios.

¿Habitamos?

Sobrenadamos con actuación.


Fatigas sobre la página silenciosa. Me sitian vocablos inertes. El idioma me olvida, se cansa en los adentros.

Consulto al cuerpo, oigo su rotunda asesoría. Me zafa de dictados.

No me edifico. Ando sin molde.


Finalmente, Basho y otros asuntos (2016) y Contestaciones (2018), ambos publicados en España por Pre-Textos y Visor respectivamente son los más recientes libros (aún conseguibles en librerías) de este poeta excepcional.

La poesía de Cadenas conmociona por su honda meditación filosófica capaz de expresarse con una “flexibilidad expresiva que le permite pasar del poema en prosa, denso de figuraciones terrestres, al apunte mínimo, cifra de revelaciones interiores” (Ortega, 1987).


Leer a Cadenas es leer a un sabio de la poesía, un ser humano dueño de una voz firme y de poderosas atribuciones capaces de concentrar, en el lenguaje, un cúmulo de verdades reveladoras que desafían y aplastan la estupidez imperante en tantos ámbitos. Sus poemas son ejemplos luminosos de ese horizonte poético tan trabajado hasta nuestros días: el poema como una sucesión de intensidades.


Foto: Pascual Borzelli Iglesias

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