Una reseña del libro de cuentos con el que la argentina Marina Closs quedó finalista en el Premio Ribera del Duero, y con el buen pretexto de la reciente publicación de su edición boliviana con Nuevo Milenio.
Comencé a leer Pombero (Nuevo Milenio, 2023) de atrás hacia adelante porque quise dejar el cuento que da título a esta colección de narraciones para el final, como en un ejercicio de guardarme lo más heavy para cerrar con broche de oro. Y no me equivoqué.
Marina Closs pertenece a un grupo de autoras emergentes (y otras ya emergidas), entre las que destacan Mónica Ojeda, Liliana Colanzi, Giovanna Rivero, Lucía Carvalho, Samantha Schweblin o Agustina Bazterrica, por mencionar algunas, que han sepultado por completo algunas convenciones literarias latinoamericanas, porque tocan temas como la identidad sexual, el deseo de ser madre o la violencia que las mujeres podemos contener.
En el caso de Closs, propone relatos que aparentemente tienen la estructura y la simpleza de los cuentos infantiles, muy al estilo de: “había una vez una niña muy hermosa que vivía en el bosque…”. Sin embargo, a medida que el lector se interioriza con las tramas, se enfrenta a una complejidad que lo obliga a recordar sus propias vivencias y reflexionar sobre ellas desde la mirada femenina, sea el lector hombre o mujer.
Se dice que el diablo está en los detalles, y pues, los cuentos de Closs están llenos de ellos, pero no a la vista ni de manera denotativa; por el contrario, el subtexto y la connotación están entre las principales características. Comenzando por los títulos, cada uno tiene una mini aclaración que aparece entre paréntesis que anticipa el destino de los personajes.
Otra forma en la que el subtexto se hace evidente, y el mensaje connotado comienza a pulular en el aire, es que cada cuento contiene elementos de mitologías y cosmovisiones de diversas partes del mundo, que han sido investigadas para adaptarse a la narrativa y para la construcción de los personajes. Es decir, se nota que la autora pensó detenidamente en cada palabra que forma parte de esta colección.
El libro está compuesto por siete relatos que tocan temas diversos y, sobre todo, complejos. Es interesante ver cómo la autora explora los personajes femeninos y las relaciones que estos construyen con sus entornos en general. En el cuento “Casi nadie” (“La bella Marioka”), por ejemplo, se toca un tema que no suele ser muy explorado: cómo se lidia con la belleza femenina y cómo esta es rechazada por otras personas, convirtiéndose en una maldición: “eres tan hermosa que todos se asustan de tener que servirte y quererte como se debe” (148), le dice su abuela a la protagonista.
Uno de los cuentos más interesantes y a la vez turbios, es “No sería” (“Dunka”), que trata sobre el matrimonio infantil y su normalización. La trama se desarrolla desde la mirada de la niña que es “elegida” por su marido. Ella todavía sigue yendo al colegio, pero en su posición de “mujer casada”, su relación con sus amigos y con las autoridades del colegio cambia; en particular con sus compañeras de curso: “Dunka, a las demás, no les contaba nada. No quería explicar la diferencia entre ellas y una mujer. No quería decirles, porque no quería asustarlas. A veces le daban un poco de lástima, a veces, en verdad: envidia” (36).
Como se mencionó líneas arriba, es interesante que Closs haya trabajado la feminidad desde personajes que no son mujeres, pero que aspiran a serlo. En el cuento “Lo otro” (“Rosita, uñas negras”), nos vamos a encontrar con un personaje completo y las relaciones que lo definen, en este caso, desde la incomodidad de guardarse lo evidente: “Hay una cosa que, en la vida, se aprende. Y es: a no mirar a la cara de la genta, dejar que lo que escape del otro pase por al lado de nosotros, sin volver hacia eso la mirada” (86).
Tal vez, el único cuento que rompe con la línea de exploración de la complejidad de personajes y sus relaciones es “Esto” (“Jabalí”), que toca el tema de la colonización, la modernización y el extractivismo de una población rural. No obstante, en este relato, se cuestiona la “modernización” de los espacios, la pérdida de costumbres ancestrales y la “educación civilizada” que recibirá la comunidad. Como latinoamericanos, pienso, que es un tema del que pocas veces podemos zafarnos, puesto que es parte de nuestra idiosincrasia, y Closs lo plasma muy bien en este cuento.
En resumen, y para terminar, Marina Closs nos muestra sin mostrarnos aspectos de la vida cotidiana de los que no siempre se habla (o no se quiere hablar, en realidad), a través de personajes que sí son cotidianos pero que no son planos, y de situaciones que parecen rutinarias pero que son mucho más profundas de lo que esperamos. Por lo tanto, Pombero es como esa fisura en la pared que vemos y podemos pasar por alto, pero que si nos acercamos y miramos de cerca, nos permitirá desentrañar historias más complejas de lo que parecen.
Commentaires