Marcia Mendieta y Vadik Barron ofrecen dos miradas sobre Oráculo eléctrico, el nuevo libro de Lucía Carvalho (Editorial 3600), mención de honor en poesía en el Concurso Nacional de Literatura Franz Tamayo 2022.
Oráculo eléctrico en cuatro apuntes
Marcia Mendieta Estenssoro
Muchxs ya conocemos algunos de los temas que viene trabajando Lucía Carvalho desde Fiesta Equivocada. Sabemos que en su poesía hay exploraciones sobre la tecnología, las redes y la conexión desde los cuerpos; hay un trabajo muy interesante que viene desarrollando con la video-poesía y con otros “formatos”, por decirlo de algún modo, aunque en realidad no sean otros formatos, sino acaso una suerte de nuevos lenguajes que se desbordan de lo impreso; hay también en muchos de sus poemas un énfasis en la temporalidad de la voz poética, un yo que se ubica generacionalmente en un espacio con lxs otrxs y desde donde mira a lxs otrxs.
Entonces, desde esas lecturas previas de su trabajo y las exploraciones mencionadas, que admiro muchísimo como lectora y como poeta, leí el nuevo libro de Lucía, Oráculo eléctrico, y me animé a plantear apuntes, tomando prestados de la autora algunos versos. Voy por puntos:
Primero: las señales, el hechizo, “el ave bruja”, el designio, la divinidad artificial, la magia del algoritmo. Entramos a Oráculo eléctrico y nos encontramos en sus rincones con una voz que quema hojas de laurel, con la reminiscencia de una “inteligencia macabra”. Con algo que fascina y horroriza al mismo tiempo.
Mira en lo hondo del cerebro
los números y signos
Mira en lo plano de la pantalla
bases de puntos de color
escalas de grises
señales divinas de la profundidad
señales eléctricas que dan vida.
Segundo: ¿es ese algo la amenaza de la luz? La luz que atrae, la luz espejo, la luz reflejo. De todos modos, se anuncia, o mejor, se vislumbra una guerra, una amenaza radioactiva donde se juegan las vidas.
Tu luz es tan brillante que la gafas no resisten
el protector solar de factor cien no alcanza
Ya no quiero mirarte a los ojos
debí desconfiar de tus designios.
Quedaré petrificada
con una mano en el celular y otra en el poema.
Cristales líquidos condensados en
rectángulos radiactivos
Quien pudiera darle pausa a la vida
y reiniciar la jugada
Tercero: ese desdoblamiento del yo. ¿A quién habla esa segunda persona? La voz se devuelve en un eco. ¿A quién se escribe cuando se escribe? ¿Dónde se proyecta esa voz? Eso que atrapa y repele. La tortura en la repetición, pero también en la ambivalencia.
Te quise mostrar todo lo que me contiene
retumba el eco
La venganza es un sonido
una secuencia de sonidos repetitivos
que siempre tendrás que reproducir
deseo y fracaso
repulsión y placer
Cuarto (y último): toda escritura es una intervención a la memoria. La autora reabre el mito: Medusa, Sísifo, Prometeo, Pandora. Las voces que son apropiadas, las lecturas desde donde se escribe: Gladys, Percy, Samantha y Mónica. El epígrafe de Anne Carson, diciendo “Las mujeres de la mitología pierden/ regularmente su forma en la monstruosidad”.
La venganza son las imágenes
anécdotas de
dedos.
Esquivar objetos voladores dirigidos a mi cara
apuntando a un trauma
muy particular
codificado en diminutivos
encajonado en un hemisferio oculto de mi posible cerebro.
La pintura azul que escogiste se desprende de las paredes
desde aquí se pierde el peso de las memorias que nos sostienen
creo que voy cayendo en un vacío inmenso.
El futuro está aquí. Sobre Oráculo eléctrico
Vadik Barron
Las mujeres de la mitología pierden regularmente su forma en la monstruosidad
Anne Carson
La cita de Carson no es solo sugerente sino determinante en el cuerpo de Oráculo eléctrico, donde Lucía Carvalho ensaya una divertida, lúdica e irreverente actualización de las figuras mitológicas, especialmente las femeninas, despojadas un tanto de la historia de su personaje para convertirse en arquetipos de sus respectivas condiciones, invariablemente trágicas. Así Daphne, Pandora, Sísifo, Icaro, Perséfone o Medusa dialogan con este tiempo. Y se enfrentan a nuevas aventuras y obstáculos. A un nuevo tiempo, también hostil.
La dedicatoria a la abuela tampoco es casual. Es un testimonio y una reivindicación necesaria de las ancestras en sintonía con las epifanías y luchas feministas de nuestro tiempo. El linaje sanguíneo paterno no se puede entender sin explorar la línea, la red, el tejido de las mujeres que dan sentido y consistencia a la historia de cualquier familia o cultura, desde el lenguaje del amor, de la crianza, de la contención. Así, la segunda parte del libro, sin renunciar al discurso y tono planteados en todo el libro, recurre a la nostalgia, a lo atávico, a la atmósfera regional.
En el libro hay también una necesidad de innovación formal, que se apoya en el lenguaje técnico y tecnológico que muchas veces replicamos irreflexivamente. El ciberespacio ha sido sustituido por el metaverso que es un nombre más pretencioso para la nada que crece alrededor de nosotros. Esa confrontación con la virtualidad produce fascinación y horror en proporciones iguales. La opción múltiple, la invasión del virus digital, la lógica de los videojuegos está presente en este libro como un recordatorio permanente de que toda historia, y acaso toda acción u obra actual tiene un programa, un software, un servidor que la mantiene viva por debajo como un sistema circulatorio invisible pero urgente. Confiable. Pero falible.
Y la poesía puede ser también ese espacio de reflexión de la actualidad, un artefacto que mira hacia el pasado y hacia el futuro, precisamente como un oráculo que nos comunica con lo acontecido, con el ojo del presente y con las luces de un ansioso pero ignoto futuro.
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