Contra las leyes de la gravedad: dos umbrales para leer a Julio César Galán
- sergio taboada
- hace 16 minutos
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La pasada semana, se presentó en La Paz el libro de poemas Fiesta con la edad de siempre del español Julio César Galán, una antología personal editada por el Proyecto Editorial Convergencia.

Al terminar la lectura de Fiesta con la edad de siempre, una antología personal de Julio César Galán, especial para Bolivia, reflexioné en torno dos umbrales, entendiéndolos como aquellos primeros pasos de ciertos valores mínimos (una pequeña parte de un gran todo incompleto) que invitarán, espero, a encontrarse con la escritura.
Umbral 1: por una recepción de lo que vuela
Para quien tenga la dicha de encontrarse con el libro, Galán promete un despegue con por lo menos dos sensaciones casi omnipotentes: la aerodinámica de la experiencia y el pájaro múltiple en pleno planeo.
Volar en esta poesía es construir contra la resistencia del aire. Sopesar la experiencia, viajar con la pluma ligera, subir por el estilo como una bandada de letras. Por ello, imagino que “encontrar” o “figurar” o “inventar” una metáfora tan exacta, como la que estoy por citar, devuelve al lector/escritor un afecto desalienado de lo real. En las palabras que vienen, no solo importará la exactitud de la experiencia, sino también el grado de metamorfosis que toma del agua su fuerza inusual, retrotrayendo lo que vuela quizá a su estado quimérico original, a su estado del ser en tanto que otro, a su estado natural de alteración.
En el poema “La zona azul de la conciencia” se puede leer: “Para explicar el caso me dijiste: / -Los patos al volar / levantan el arroyo; / inventan / su ciudad sobre los vientos / y se llevan su orilla […]”. Es decir que un ave transporta la metamorfosis del espacio, desincrustando el líquido de su espacio-tiempo milenario, cargándolo con una agilidad que raya con la alucinación de ver un arroyo entero volar por los cielos…
Es solo un ejemplo que muestra la fascinación que Galán tiene por las aves: no se puede sintetizar en un espécimen, sino en la variedad natural, algo así como un pájaro múltiple. En una nota, una cita dice: “Dios es la animalización del aire. Dios es el cáncer y quien te salvó del cáncer también es Dios: los pájaros”.
Si hay un pájaro múltiple, un pájaro-Dios, este se distribuye en todos los cuerpos que, cual temáticas o motivos poéticos, forman nombres distintos en poemas que a veces retornan a su nido, y otras veces no lo hacen. Esta escritura utiliza, pues, una aerodinámica particular, un verso libre que sube de lo ligero para subir todavía más a lo liviano, y así, ir contra la ley de la gravedad.
Umbral 2: una lucidez sin fin
“La lucidez no tiene recompensa”, nos dice un verso. Y otros versos: “-¿Qué encuentras cuando llegas? / Si no hay nadie… / deja de hablar de ti a ti / a través de centenares… / de miles de kilómetros”. Estos últimos del poema “Dilemas del yo migratorio”. ¿Qué es la conciencia poética? ¿Anida ella en una lucidez sinfín? ¿Tiene recompensa escribir versos, hoy en día? ¿La voz poética debe necesariamente migrar?
Se ha dicho mucho que uno de los rasgos de la modernidad es la conciencia crítica de la escritura, es decir la conciencia de una crisis en las expresiones artísticas. De esta manera, la distancia que hay entre el jazz de un pájaro carpintero y el jazz de Charlie Parker no solo se acorta en una analogía: la relación deviene un momento imprevisible, quizá representa el júbilo de saber, o el júbilo de testificar aquello que se nos escapa como seres humanos. La crisis, pues, es un momento de decisión, es el momento de decidir, es el momento de alzarse hacia una conjetura insólita.
Si la conciencia tiene el don de perderse, ella requiere de un aprendizaje especial que Galán ha sabido captar con energía. Nos dice un fragmento del poema “No escribir”: “Mejor la voluntad de la nada, la vida de los otros por los otros -la lectura- / para qué la ilusión de los cimientos del ser, / el maravilloso ideal de perfección”. La escritura crítica de Galán no es perfecta, es mejor que eso, ella se arriesga en vislumbrar la forma de la lucidez sin producto, porque la poesía es producción de escritura, y no un bien que se podría hurtar o reproducir.
Contra la gravedad estereotipada de la realidad de todos los días, esta poesía se erige con una lucidez que, a fuerza de encajar con algún adjetivo, podríamos decir que es desinteresada (palabra inexacta). Si Aristóteles nos chismoseara una fórmula más precisa, quizá diría, mintiéndonos, lo siguiente: “Con el término autosuficiencia comprendemos aquello que por sí mismo vuelve deseable la vida y que no requiere ser completado por nada, y sostenemos que tal cosa es la felicidad”. Tal la felicidad de la lucidez. Todos los añadidos virtuosos y epifánicos que esta poesía agrega a la vida del lector no son mera coincidencia. Para completar estos umbrales y leer otras virtudes de escritura, consúltese el libro de Galán.
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