Bajo la lupa de Jesús
- martin zelaya

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Publicamos una versión reducida del texto introductorio del libro Sin muchas letras, que recoge las columnas de prensa de Jesús Urzagasti. El libro, publicado por la editorial Escándalo en tu barca, se presentará este viernes 14 en Efímera.

Aunque no pocas veces injustamente olvidada, la columna periodística es un género que nunca perdió su peso e incidencia. Se distingue por recoger, generalmente pero no siempre, la opinión política y social de los autores; no necesariamente periodistas, sino más bien profesionales partícipes directa o indirectamente de la vida pública. No son –entonces– trabajos plasmados a menudo por escritores de vocación y por ello, aunque siempre hay destacables excepciones, es común que su lenguaje, correcto y pulcro como la mayoría de las publicaciones aceptadas por la dirección de cualquier periódico, carezca no obstante de valores literarios y estéticos.
Hay valiosos y bellos artículos publicados por notables autores o gente con talento para escribir, pero por lo general estos no entran en la categoría de columna a la que caracteriza su periodicidad –la más de las veces semanal o mensual– y ubicación fijas –la misma página y sección–. Lógicamente también hay ejemplos, pocos pero muy remarcables, de piezas maestras del género columna, y no podemos olvidar citar textos de Augusto Céspedes y Jorge Suárez, en Bolivia; o Juan Gelman y Oswaldo Soriano en Argentina, para no ir más allá en tiempo y espacio.
Aun en este contexto de valiosas excepciones los textos de Jesús Urzagasti destacan, y mucho, por su singularidad y creatividad. Los 297 artículos que entre 1989 y 1995 escribió casi cada sábado para su columna “Sin muchas letras” del diario Presencia son, como toda la producción del autor chaqueño, piezas cuidadosamente concebidas y labradas en torno a las emociones y sentires del cotidiano que Urzagasti percibía y abstraía como nadie. Decimos “cuidadosamente” adrede, pues es evidente que esta característica no suele destacar entre los escritos sometidos al terrible régimen de inmediatez del periodismo impreso.
296 sábados
Este libro ofrece una selección de 105 de los 296 artículos que el poeta escribió entre el 22 de abril de 1989 y el 30 de diciembre de 1995. Quizás más sencillo era ordenar los textos según su aparición y así reflejar sistemáticamente los acontecimientos por los que atravesaron los bolivianos en el cambio de las dos últimas décadas del siglo pasado. No obstante, nos pareció mejor reflejar este proyecto de Urzagasti según sus particulares modos de concepción, y así se optó por dividir el libro en dos secciones con dos áreas internas cada una.
Se refleja, entonces, la evolución temática y estilística de “Sin muchas letras”, pero además la pulsión del autor de acuerdo al clima externo e interno que motivaba la elección del tema, por un lado, y a las causalidades no siempre visibles superficialmente que fueron plasmadas con diferentes y específicos recursos narrativos y estilísticos, por otro. Es así que en la sección I se incluye 48 columnas bajo el título de “Filosofare” y 15 como “La jerarquía de la ficción” y en la sección II, hay 28 textos de “Habitar el mundo” y 14 de “Cultura”.
La segunda sección, como es fácil colegir, reúne textos sobre la situación general –política y social– de Bolivia, sobre todo, y de todo el planeta, en varios casos; y luego algunas reseñas, recomendaciones y apreciaciones del panorama literario y artístico. Como se adelanta líneas arriba, los criterios de clasificación no son rigurosamente temáticos ni estilísticos, sino una interpretación de estos y otros factores que confluyen en un ambiente general del texto. Es así que, por ejemplo, en “Cultura” se incluye dos crónicas literarias de una visita a Estados Unidos.
Siguiendo esta misma lógica, en “Filosofare” se agrupa perfiles de personajes anónimos –en la mayoría de los casos– y reflexiones sobre la vida, la muerte, los sueños y el tiempo, temas –valga decirlo ahora– esenciales no ya en todo este libro, sino en la vasta obra en prosa y verso de Urzagasti. En “La jerarquía de la ficción” siguen presentes las semblanzas y cavilaciones varias, pero con una característica formal distintiva: universos ficcionales, diálogos imaginarios e incluso breves cuentos canalizados para transmitir ideas concretas.
¿Por qué 105 y no 50, 100 o 200 columnas? Sencillamente porque tras la recuperación de la totalidad de los textos y una detenida lectura se decidió que no ameritaba publicarlos todos, no porque algunos no tengan la calidad y pertinencia, ni mucho menos –no es necesario a estas alturas redundar en la alta autoexigencia del autor–, sino porque muchas veces la rutina y contexto de la agitada vida política boliviana durante el neoliberalismo, instaron a Jesús a referirse a hechos y sucesos muy específicos, protagonizados por personajes concretos que no resistieron el paso del tiempo: escándalos de corrupción, inmundicias políticas, afrentas sociales, etc.
Miradas
No deja de reflexionar –y ya entrando al análisis de fondo– sobre la coyuntura, imprescindible misión periodística –y Jesús era de los periodistas de buena cepa que tanto nos faltan ahora–. Así, en el turbulento inicio y apogeo del neoliberalismo en que sacó adelante esta columna, hay muchas dedicadas a denunciar la corrupción y el abandono del pueblo, exhortar a la memoria, reivindicar los derechos y necesidades…, pero sobre todo, abundan descripciones y perfiles de situaciones y personajes “x”, impresiones al caminar por la calle, diálogos con trabajadores y parroquianos, y recuerdos, muchos recuerdos, de la sabiduría de los hombres y mujeres comunes con quienes interactuó a lo largo de su vida. La memoria, indudablemente, es un puntal esencial en la obra de Urzagasti.
Más que descripciones, sus textos son interpretaciones que van más allá de lo aparente y desentrañan idiosincrasias, realidades, sentires. Una lectura del país muy original y acaso sin parangón en dos siglos de historia de la prensa escrita.
“La luz entre las sombras”, se llama uno de los textos recogidos en estas páginas que sintetiza, de pronto, la mirada prioritaria de Jesús hacia esos asuntos trascendentales –vida, muerte, tiempo, memoria– que de tan presentes e inevitables a la mayoría casi ya ni nos convocan (¡vaya paradoja!) a considerarlos detenidamente. Copiamos los primeros tres párrafos:
Se dice que la vida de un ser humano cambia desde que lleva en la memoria a su primer muerto. Unos tienen la fortuna de alcanzar la juventud sin que una repentina ausencia turbe su transcurrir por la tierra, la morada común; y así miran el paisaje iluminado y también las noches recorridas por un inocente aire sensual.
Otros desde temprana edad deben acostumbrarse a las pérdidas de seres queridos y, por lo tanto, asimilan con ojos de otras edades la certeza de que el mundo está habitado por entidades a las que lo único que les falta es el cuerpo porque igual se hacen escuchar en los momentos de mayor recogimiento: una fruta que cae en el huerto en sombras, una finísima lluvia en la madrugada, un nombre extraviado en el bosque del diccionario.
De este modo, el memorioso, por obra de los muertos, va tejiendo su propia ausencia, con la lucidez que el propio corazón de vez en cuando se permite, a veces con la premonición de un reino perdurable, invisible en todas las cosas menos en el arbusto que resucita con su minúscula flor en el pecho (...)
En otro de los textos acá compilados, Urzagasti define así a la imaginación –cualidad con la que el universo lo dotó como a pocos–: “No es una pieza portátil sino una ingeniería del alma: precisa de instrumentos poco sofisticados para dar curso a una existencia libre”.
Esperemos que este rescate haga honor a la prodigiosa imaginación, a los sueños y la memoria de este poeta, novelista y cronista imprescindible.







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