Mediterránea (El Ángel Editor, Ecuador, 2023) es una antología de poesía boliviana recientemente presentada por el colombiano Santiago Espinosa. La Trini conversó con el autor sobre los procesos de este libro que reúne a 14 autores y autoras.
- ¿Cómo nace el interés por compilar y publicar una antología de poesía boliviana?
- Compilar y seleccionar una antología de poesía boliviana nace fundamentalmente de la seducción. Yo siento que la magia de la poesía es que te permite encontrar tus epicentros en otros lugares, en tradiciones aparentemente ajenas o distantes, una profunda correspondencia.
Desde que leí unos poemas de Blanca Wiethüchter, más o menos en 2006 o 2007, sentí que en esa tradición, en esa manera de escribir poesía había algo distinto dentro del ámbito hispanoamericano. Había algo que sentía propio en su aproximación al paisaje, en su manera de encontrar en la poesía una manera de “enfantasmar” las distancias, por decirlo así. Y empezó una seducción.
Esa seducción la confirmé cuando conocí a un poeta llamado Jaime Saenz o más recientemente la poesía de Gabriel Chávez Casazola o Vilma Tapia Anaya. Yo siento que, autor tras autor, fueron conformando en mí el interés de no solamente leer esos autores. A diferencia de un crítico boliviano, para mí esta antología fue algo más parecido a una cartografía a distancia, como si tuvieras unos puntos especialmente luminosos y tratas de imaginar allí una constelación. Fue tratar de rastrear rasgos comunes sobre todo con un territorio.
Tiempo después fui a Bolivia, tuve la oportunidad de estar en el Festival de Poesía en la Ciudad de los Anillos en la FIL de Santa Cruz. Conocí La Paz, estuve en el Salar de Uyuni y de alguna manera percibí esa magnitud de un país como Bolivia, “entre el árbol y la piedra”, como dice Mitre, esas realidades tan extraordinariamente andinas. Siempre me han interesado las montañas, pero también esa vastedad del verde del oriente me hizo pensar que en la poesía puede haber una manera de entender esos territorios, esas dinámicas a partir de cierto extrañamiento. Todo esto fue consolidando el interés por compilar una antología, por reunir unas voces y por convertirlo en libro.
- ¿Cuáles fueron los criterios para elegir a los autores y autoras?
- Hacer una antología es un ejercicio muy complejo por una razón elemental, y es que la tradición boliviana y cualquier otra tradición poética del mundo ya no cabría en la dimensión de un solo libro. Estamos hablando de una producción de poesía diversa, distinta, incompilable.
En el fondo, las antologías siempre suponen un ejercicio de omisiones, de riesgos, para plantear una lectura de conjunto. Por supuesto que hay nombres que no están, pero quisiera pensar que los nombres que están para mí son esenciales y representativos. No se debe pensar como una antología definitiva o final, realmente ya ni el tiempo es capaz de hacer una antología así. Siempre tendrás una lectura parcial, pero para mí esos 14 poetas en su conjunto conforman como una especie de geografía dispersa, como una manera de acercarse muy entrañable.
- ¿Qué características, temas y estilos destacas en la poesía boliviana?
- A primera impresión te diría que precisamente la gracia de esta antología es que hay 14 voces distintas, singulares; en ocasiones paradójicas y contradictorias porque sin duda ninguna la salud de una poesía no solamente está en su innovación o en su singularidad sino también en su autenticidad. Reconocer que hay una escritura, una manera de ver, de escribir el mundo que es única, que te impacta, que te sacude y que te emociona, y yo siento que los 14 poetas que están allí tienen esa característica.
No obstante, creo que sí se podría establecer una narrativa a lo largo del libro. Si uno piensa, por ejemplo, en Urzagasti, en Cerruto, en Saenz, claramente hay una averiguación, una escritura mediterránea; es decir, esa expresión tan de los bolivianos, esa mediterraneidad espiritual, ese sentirse en el centro del continente apartado de cualquier certeza, lo cual es increíblemente propicio para la ambigüedad de la poesía. Es como si tuviera la posibilidad de ver un continente en perspectiva.
Siento que esos tres poetas, en principio, logran una voz original desde esa mediterraneidad. Bolivia empezó su sigo XX con la Guerra del Chaco, en eso, junto con Paraguay, se distinguen de todos los países de América Latina. Fíjate que en los años en que los países se están abriendo a otras realidades, por ejemplo, en Colombia comienza el periodo de cierta liberalización y de cierta transformación social después de una hegemonía conservadora muy marcada –más o menos eso pasa en muchos otros países–, Bolivia vive una guerra que la sume en un absoluto aislamiento. Siento que ese aislamiento, paradójicamente, fue propicio para una poesía muy original que mirándose desde dentro rescató un misterio y una profundidad. Yo podría encontrar allí digamos como una primera etapa.
Hay una segunda etapa en la que hay dos poetas para mí fundamentales de la poesía latinoamericana que son Blanca Wiethüchter y Eduardo Mitre, quien es para mí uno de los grandes poetas vivos, que de alguna manera plantean desde esa tradición una manera de darle fin a esa mediterraneidad. Mitre a través de una poesía viajera, peregrina, es como si llevara esa transparencia del altiplano al mundo, por decirlo así; y Blanca Wiethüchter decididamente femenina, de solidaridades que hoy llamaríamos feministas, que le permite a través de la imaginación conectarse con la vida de otras mujeres.
Una vez ocurre una segunda etapa, siento que el libro tiene una tercera etapa que está conformada por todos los poetas posteriores, la mayoría de ellos vivos, desde Jorge Campero hasta Elvira Espejo o Jessica Freudenthal. Me gusta pensar que son voces distintas, cada cual en su contacto con el mundo y con una expresión muy personal y que sin embargo a pesar de esto tienen un contacto muy cercano o crítico con su propia tradición, lo cual también los une con este libro de manera muy especial. Ese combate entre el afecto y el rechazo a una tradición, con expresiones muy, muy originales. En ese sentido yo pensaría que hay como esas tres etapas: una primera de averiguación de la mediterraneidad, encontrar en esa condición una expresión muy singular, y cómo esa mediterraneidad se va resquebrajando para encontrar una especie de mediterraneidad universal, por decirlo de algún manera. Esa condición encuentra en la poesía una manera muy singular de rescatar la tradición y el propio tiempo.
En la última etapa, la de los poetas vivos, hay una marcadísima presencia de las mujeres. No es algo que yo me propuse al hacer la antología, y es que simplemente escogí unos poetas y unas poetas que me gustaban, y hay un mismo número de hombres y de mujeres con una marcada presencia de las mujeres en las últimas generaciones. Casi todas las poetas que siguen a estos poetas, digamos más o menos tradicionales de la poesía boliviana, son mujeres. Me reconfortó mucho que la mayoría de la poesía boliviana, con notables excepciones, por supuesto, está siendo escrita por mujeres.
-¿Por qué se eligió a la editorial ecuatoriana El Ángel Editor para la publicación de este libro?
- Bueno, nosotros vivimos una realidad muy singular, que no es la realidad de la poesía italiana ni de la poesía francesa y es la de tener una comunidad de lectura enorme, que va desde España hasta Estados Unidos, desde México hasta la Argentina, una comunidad de lectura que permite que la poesía que se escribe en Bolivia, por ejemplo, pueda ser recopilada por un colombiano, leída por un español, reseñada por un poeta norteamericano que tenga ese interés por entender esa enorme minoría de los hispanos en Estados Unidos y publicar en Ecuador.
El Ángel Editor viene haciendo un trabajo excepcional, juicioso, riguroso de publicar a los grandes poetas hispanoamericanos en un sello muy cuidado, y pues se interesó muchísimo por este proyecto. Hubiéramos podido sacar la antología inicialmente en Bolivia, probablemente salga algún día allí o en Colombia, pero queríamos una editorial precisamente transnacional que permitiera que la poesía boliviana se valorara en otros lugares, que esos poetas pudieran emocionar tanto a otros lectores como me emocionaron a mí.
Las primeras veces que yo leí poetas bolivianos fue en antologías, y quisiera pensar que quien se acerque a este libro, que además quedó hermosamente editado con una foto [de tapa] del Salar de Uyuni de Felman Ruiz realmente impresionante, pueda encontrar la misma seducción que me hizo a mí enamorarme de un país a partir de la poesía. La poesía es la posibilidad de que sientas un movimiento con un epicentro muy lejano. Yo siento esa cercanía por la poesía boliviana, por razones que todavía estoy indagando, y que forzaron a compilarla.
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