Música de abajo: Realizando sueños desde el under
- Karen Veizaga
- 17 jun
- 5 Min. de lectura
Karen Veizaga entrega una crónica acerca de los procesos y encuentros que confluyeron para la realización de la película documental Música de abajo, ópera prima de Anselmo Beltrán De la Borda acerca de la banda de rock Scoria, de El Alto.

¿Recuerdas qué soñabas cuando eras pequeño o pequeña? ¿Qué imaginabas que serías o harías cuando crecieras?
Esta historia o –mejor dicho–, estas historias, tienen mucho que ver con eso.
Ambas confluyeron por un mensaje que Edgar Mendieta, vocalista y guitarrista de la banda boliviana de punk/hardcore Scoria, publicó en redes sociales, buscando un cineasta que quisiera hacer una película.
Siete años después, el pasado 13 de mayo, pude presenciar la primera exhibición under –como no podía ser de otra manera– de Música de abajo, ópera prima de Anselmo Beltrán De la Borda, más conocido como Mengo.
Puede que el mensaje haya sido la milagrosa señal que desencadenó esta experiencia, pero antes del 2018 hubo mucho camino recorrido.
El cineasta
Anselmo comenzó a sentir fascinación por las películas desde su temprana niñez y ese gusto se consolidó y tomó forma de cineasta en su adolescencia.
“La verdad, mi papá no me ha influido para nada en mi carrera”, me cuenta con la decisión que lo caracteriza. Sin embargo, no se puede pasar por alto que su padre es uno de los actores bolivianos más reconocidos, habiendo compartido pantalla incluso con actores internacionales.
Mengo creció viendo muchas películas junto a él. Con el pasar de los años, esta actividad pasó a ser recurrente con algunos amigos, tanto así que, a sus dieciséis años, filmó su primer corto junto a su gran amigo Mauricio.
Cuando concluyó su formación escolar, ya había decidido que las películas eran más que una simple afición. Se convirtió en la carrera que siguió en La Fábrica de Cochabamba.
Además de cine, Mengo hizo música desde los nueve años. Empezó tocando la guitarra, pero actualmente es baterista en la banda paceña de punk rock Anarkotizados.
Scoria
En las inmediaciones de la 16 de julio de El Alto, un grupo de amigos adolescentes decidieron juntarse a hacer música como un pasatiempo que respondía a la influencia de las bandas que solían escuchar en los cassettes que intercambiaban.
No tenían instrumentos ni sabían tocar, pero la emoción que les generaba la idea de transmitir lo que vivían, pensaban y sentían a través de armonías y acordes –tal vez como lo hacía La Polla Records–, más la ayuda inesperada de Pepe Murillo, los motivó a tomarse en serio la banda que habían formado.
Debutaron en el aniversario del colegio San Luis de Gonzaga en 1992 y desde entonces han pasado treinta y tres años, tres demos y seis producciones discográficas. La primera de ellas, Justicia criminal, más parece una leyenda urbana, ya que a la fecha no se conoce a nadie que tenga un ejemplar.
En todo ese tiempo, juntaron un grupo de fanáticos y seguidores que les son muy leales y los acompañan en sus diferentes presentaciones. La alineación cambio bastante a lo largo de los años, sin embargo, desde hace unos trece se ha mantenido estable con Edgar en la voz y guitarra, su hermano Sergio Mendieta en el bajo, Diego Calderón en la segunda guitarra y Sergio “Pelu” Larrazábal en la batería.
La película
“Teníamos bastante material de video y prensa en general, cosas que se iban perdiendo o malogrando. Entonces pensamos que sería ideal tener una memoria de todo aquello, además, podía formar parte de la historia del movimiento subterráneo en la ciudad de El Alto, La Paz y en Bolivia”, me cuenta Edgar. “Un día se nos ocurrió la idea, publiqué un anuncio y Anselmo respondió. Nos reunimos, me dijo que lo hagamos y ya. Las cosas simplemente fluyeron, más aún porque él era fan de la banda. Eso ayudó mucho”.
Tanto la trayectoria de Scoria como la producción del documental ha sido un camino sinuoso cuesta arriba.
Muchos de los trajines, dificultades, éxitos y anécdotas de la banda pueden verse en Música de abajo, sin embargo, el tiempo de duración del documental es insuficiente para mostrar todo lo que Scoria ha vivido y significa para El Alto, La Paz y Bolivia.
Por otro lado, si bien la cinta permitió a Mengo juntar sus dos pasiones, –música y cine–, ha sido desafiante para él desempeñar los roles de director, productor ejecutivo y montajista en su elaboración. Más aún cuando no contaba con presupuesto suficiente para esta producción.
“Fue muy difícil hacer solo las cosas muy técnicas, como digitalizar las imágenes que me habían pasado los Scoria sin presupuesto. Para hacer la película solo tenía una cámara, un micrófono y mi computadora”, rememora con un dejo de nostalgia. “Cada vez se ponía más complicado. Pero hace como dos años llegó la productora Transbordador de Miguel Nina y Diego Revollo y con su ayuda pude seguir”.
Es así que el recorrido de Scoria, el desarrollo del documental y hasta la narración de esta historia, se constituyen en una suerte de testimonio del movimiento under en Bolivia.
¿Y qué es lo under?
De hecho, esta pregunta es recurrente a lo largo de la película entre las personas y personajes que la alimentan.
Puede que en este país donde las instituciones culturales brindan muy limitado apoyo a las artes y donde el grueso de la población prefiere el folklore y la música tropical, optar por la música punk hardcore en El Alto, con algunas de las letras en aymara y hacer documentales sobre ello sea una de las cosas más under que se nos puedan ocurrir.
Pero ahí siguen los Scoria, con un documento audiovisual que nos muestra su recorrido musical por este suelo y su significado para muchas personas. Ahí está la ópera prima de Anselmo, esperando fecha de estreno oficial en Bolivia y el mundo.
Él ha decidido optar por exhibiciones internacionales, antes de su visionado en territorio boliviano.
“La distribución de la película es un trabajo que toma veintiséis horas diarias. Estoy ahora subtitulando al inglés y francés para poder subirla a las páginas de internet de los festivales internacionales”, me dice con preocupación, ya que también necesita conseguir fondos para esta tarea. Al parecer, el camino sinuoso aún seguirá su curso. No sabemos a dónde lo llevará.
“A veces el tiempo pasa muy rápido”, me dice Edgar con una mezcla de tristeza y satisfacción. “Se siente bien haber hecho algo en la vida. Creemos que nuestro principal aporte es haber abierto el camino a que otras bandas se muestren sin miedo, sin vergüenza de decir de dónde vienen. Surgieron muchos movimientos culturales a partir de esa ‘revolución’ y es bueno mirar atrás y ver que muchas personas ahora están haciendo y produciendo arte”.
Pronto tendremos más noticias sobre Mengo y su película. De momento, acabaré este relato pidiendo prestada la frase que da inicio al documental: “Todo país tiene una banda llamada Escoria”.
Yo estoy segura de que ninguno tiene una como nuestra Scoria.
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