top of page

La poesía es todo lo que no se dice

Presentamos una pequeña muestra del más reciente poemario de Sarah Gonzales Añez, Nombrar las gotas (Proyecto Editorial Convergencia, 2025), presentado hace unos días en la FIL La Paz.

 

ree

 

Premoniciones

 

He tenido un sueño luminoso:

todas las hormigas venían a mí

con un grano de azúcar en las patas,

entre saltos escondían intenciones

de llevarme cargada en sus crujientes lomos.

 

Trepé sus antenas,

tuve miedo de que encontraran

mis ojos cálidos de luz.

 

Qué desastre descubrir

que los años no trepan en los huesos,

el frío calándonos

es el vacío de los que se fueron.

 

Pobres las hormigas,

desconocen que no cargan

nuestro peso.

Nos hemos ido.

 

Sí, pobrecitas las hormigas.

 

 

Nombrar las gotas

 

Para nombrar mi dolor

necesito un llanto

y para llorar

las gotas.

El mar brotando

en mis ojos,

mi corazón triste.

Veo las gotas,

resbalan en tu cuerpo

cuando nos amamos.

No sé de dónde viene

tanta agua,

solo veo el rocío caer

sobre las flores mustias,

parece que lloran

cuando el día

amenaza con nacer.

 

 

Salto

 

Hay días en los que percibo

la fila de árboles,

acuarela de hojas,

trepados al canal de mi calle.

La ciudad,

una cicatriz,

siento su concreto en

la planta de mis pasos.

 

Las lechuzas pasan,

el viento las confunde

con una parte de sí mismo,

escucho su silbido.

En la ventana de una vivienda

una mujer que no soy yo

sueña con amamantar

a un suave niño.

 

Hay días

en los que distingo

la sonrisa de la luna,

su hambre de noche,

la delgadez de su manto.

Una cosecha es buena

si se recoge la luz

en los morrales del tiempo,

si se guarda la estela

de la noche

en los bolsillos.

 

Hay días en los que veo

mis mejores años

lanzándose de los edificios.

No los retengo.

Acaso yo pudiera seguir

la sombra

que deja su salto.

 

 

Ropero

 

Ella cree que la poesía

está en el libro

que reposa en sus piernas,

parece que ha visto un colibrí

asomar entre las hojas,

cree que vuela con el pajarillo.

 

Yo la miro

con el cansancio de la madera,

la base del cuerpo

aflojada por el peso,

con la mirada en la cerámica

raspada,

con las manchas de los cajones.

 

A mis espaldas,

ella no ve que una familia

de polillas

ha instalado un campamento

para devorarse los días,

ella no sabe

la forma en que transcurre

el tiempo

en el interior de los muebles.

 

Ella piensa que conoce

los rincones que limpia

los fines de semana,

la acidez del jabón,

la frescura del agua,

las burbujas infladas en el aire,

hasta que chocan las texturas.

 

Ella siente que

habita un espacio

y lo apropia.

 

Ella

retoma

una conversación

con el papel.

 

En silencio,

la poesía es

todo

lo que no se dice.

 

 

Carrusel

 

Un carrusel se instala en mi cuerpo

escondido, en la madrugada,

galopa sobre mi pecho

un jinete vestido de negro.

La luz no percibe el sonido

del caballo que salta, camuflado,

mi corazón calla el golpe,

¿por qué mi corazón ha callado?

El paso de mi piel en el tiempo,

el tiempo que sucede en el día,

a dónde van las horas silenciosas,

dónde están las horas perdidas.

No puedo ver el dolor,

lo tengo clavado en las pupilas,

en círculos gira este juego,

en círculos se va la vida,

que se detenga el jinete,

ya estoy sedienta y herida.

 

Sarah Gonzales Añez (1994). San Ignacio de Velasco, Santa Cruz, Bolivia. Es comunicadora. Publicó los poemarios Muralla rota(Literatelia, 2020), Infancia de pájaro (Fruit Salad Shaker, 2022) y Nombrar las gotas (Proyecto Editorial Convergencia, 2025). Integra el Colectivo Trueque Poético y el equipo del Festival Internacional de Poesía Joven Jauría de Palabras. Fue incluida en varias antologías internacionales.

 

 

 

Comentarios


Recibe nuestras novedades

¡Gracias por tu mensaje!

  • Facebook
  • Twitter

© 2023 Creado por LaGaceta con Wix.com

bottom of page