La poesía es todo lo que no se dice
- sarah gonzales añez
- 12 ago
- 3 Min. de lectura
Presentamos una pequeña muestra del más reciente poemario de Sarah Gonzales Añez, Nombrar las gotas (Proyecto Editorial Convergencia, 2025), presentado hace unos días en la FIL La Paz.

Premoniciones
He tenido un sueño luminoso:
todas las hormigas venían a mí
con un grano de azúcar en las patas,
entre saltos escondían intenciones
de llevarme cargada en sus crujientes lomos.
Trepé sus antenas,
tuve miedo de que encontraran
mis ojos cálidos de luz.
Qué desastre descubrir
que los años no trepan en los huesos,
el frío calándonos
es el vacío de los que se fueron.
Pobres las hormigas,
desconocen que no cargan
nuestro peso.
Nos hemos ido.
Sí, pobrecitas las hormigas.
Nombrar las gotas
Para nombrar mi dolor
necesito un llanto
y para llorar
las gotas.
El mar brotando
en mis ojos,
mi corazón triste.
Veo las gotas,
resbalan en tu cuerpo
cuando nos amamos.
No sé de dónde viene
tanta agua,
solo veo el rocío caer
sobre las flores mustias,
parece que lloran
cuando el día
amenaza con nacer.
Salto
Hay días en los que percibo
la fila de árboles,
acuarela de hojas,
trepados al canal de mi calle.
La ciudad,
una cicatriz,
siento su concreto en
la planta de mis pasos.
Las lechuzas pasan,
el viento las confunde
con una parte de sí mismo,
escucho su silbido.
En la ventana de una vivienda
una mujer que no soy yo
sueña con amamantar
a un suave niño.
Hay días
en los que distingo
la sonrisa de la luna,
su hambre de noche,
la delgadez de su manto.
Una cosecha es buena
si se recoge la luz
en los morrales del tiempo,
si se guarda la estela
de la noche
en los bolsillos.
Hay días en los que veo
mis mejores años
lanzándose de los edificios.
No los retengo.
Acaso yo pudiera seguir
la sombra
que deja su salto.
Ropero
Ella cree que la poesía
está en el libro
que reposa en sus piernas,
parece que ha visto un colibrí
asomar entre las hojas,
cree que vuela con el pajarillo.
Yo la miro
con el cansancio de la madera,
la base del cuerpo
aflojada por el peso,
con la mirada en la cerámica
raspada,
con las manchas de los cajones.
A mis espaldas,
ella no ve que una familia
de polillas
ha instalado un campamento
para devorarse los días,
ella no sabe
la forma en que transcurre
el tiempo
en el interior de los muebles.
Ella piensa que conoce
los rincones que limpia
los fines de semana,
la acidez del jabón,
la frescura del agua,
las burbujas infladas en el aire,
hasta que chocan las texturas.
Ella siente que
habita un espacio
y lo apropia.
Ella
retoma
una conversación
con el papel.
En silencio,
la poesía es
todo
lo que no se dice.
Carrusel
Un carrusel se instala en mi cuerpo
escondido, en la madrugada,
galopa sobre mi pecho
un jinete vestido de negro.
La luz no percibe el sonido
del caballo que salta, camuflado,
mi corazón calla el golpe,
¿por qué mi corazón ha callado?
El paso de mi piel en el tiempo,
el tiempo que sucede en el día,
a dónde van las horas silenciosas,
dónde están las horas perdidas.
No puedo ver el dolor,
lo tengo clavado en las pupilas,
en círculos gira este juego,
en círculos se va la vida,
que se detenga el jinete,
ya estoy sedienta y herida.
Sarah Gonzales Añez (1994). San Ignacio de Velasco, Santa Cruz, Bolivia. Es comunicadora. Publicó los poemarios Muralla rota(Literatelia, 2020), Infancia de pájaro (Fruit Salad Shaker, 2022) y Nombrar las gotas (Proyecto Editorial Convergencia, 2025). Integra el Colectivo Trueque Poético y el equipo del Festival Internacional de Poesía Joven Jauría de Palabras. Fue incluida en varias antologías internacionales.







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