Algo aterrador y atractivo, como un incendio…
- alarcón / chávez / mendoza / peterito
- hace 42 minutos
- 5 Min. de lectura
Cuatro poetas leen y exploran la poética que Gabriel Salinas propone en su nuevo poemario Un poco de nada (Editorial 3600), recientemente presentado en Sucre.

Un poco de nada, o un milagro maldito
Omar Alarcón
En este poemario Gabriel Salinas nos invita a salir del margen, saltar al vacío, atravesar los laberintos de la libertad y la frustración: “donde no había nada que ganar y todo que perder”. La elección poética y vital que hace Gabriel es una elección fuera de los márgenes establecidos, fuera de lo que podría considerarse productivo o funcional en este mundo. Sus versos nos invitan a experimentar lugares que muy pocas personas han tenido el coraje de habitar, espacios desiertos, lugares más allá de las ilusiones de “éxito” de la realidad en que vivimos.
“Quiero perder contigo, que nunca ganas”, nos dice Gabriel, y en esa afirmación realiza una apuesta más grande de lo que pensamos. Una apuesta que busca eliminar todas las máscaras; un acto de libertad frente a los otros y frente a sí mismo; una manifestación de rebeldía contra el imaginario de una sociedad de “vencedores”.
Al mismo tiempo, la disidencia de Gabriel frente al mundo no es ingenua, “hoy siento el espejo más ajeno que nunca, pero logro encararme”, escribe. Y si la desilusión frente a la realidad es inevitable, y el poeta está consciente de lo absurdo que le rodea, de igual forma es capaz de encontrar pasión y vitalidad en lo cotidiano: “Es algo aterrador y atractivo, como un incendio”, escribe. “Es un milagro maldito”.
Esta pasión, casi incontrolable, de la cual brotan sus versos, nos permite acompañar a Gabriel en diferentes posiciones desde las que habita y escribe el libro. No solamente es un cirujano de la herida y el vacío, sino también un observador errante del encanto que le rodea: “La fantástica belleza del mundo sucede sin más”, nos dice; “Entonces lo sublime florece dolorosamente”; “Todo se desvanece como el delicado tacto del rocío, el aliento fresco de la brisa vespertina, o el ruido callado pero brillante de los astros, al desplazarse por el infinito”.
Entre los márgenes desbordados en que se teje este libro también encontramos versos dedicados al amor: “no podemos dar lo que nos piden, no podemos pedir lo que nos dan”, escribe. De esa forma, lo que nos propone su poesía no es solamente la contemplación de la infinitud de la noche, o un salto al abismo, sino también, un salto al amor: “ella es ella, única como la imperfección del universo”.
Finalmente, en los poemas que cierran el libro, el poeta parece recobrar su fuerza primigenia, aquello que lo mantiene vivo: “la voluntad es una noble ilusión de poder, es como nuestro aliento insondable que canaliza la energía del universo”.
Un poco de nada, el poemario que nos regala Gabriel, es por un lado, la conciencia de una herida, y al mismo tiempo, una afirmación de libertad que, pariéndose a sí misma, se hace libro, se hace vida, se hace poesía.
Una estela de ecos
Benjamín Chávez
Los poemas de este libro breve son también breves. Apelan a la contundencia del primer impacto, a un decir directo y sincero, o quizá, sin-ceros, es decir, recurren a frases como una cifra única, solitaria, sin la cola de los ceros como una estela de ecos, empero, no exentos de resonancia.
Son versos gestados en lo recóndito que hacen aflorar imperceptibles destellos hundidos en esta terra nostra que todos poblamos. Si bien al inicio el autor reconoce un estado de ausencia de palabras (mudez), al expresar cierta condición existencial, apuesta por una enunciación que, para decir lo suyo, acomete un tránsito, un traer un poco de nada, que deviene testimonio de un habitar a golpes de emoción y una sospecha ontológica como telón de fondo.
Pero esa nada nombrada es un orbe que exhala sentidos (o sinsentidos), que terminan por corporalizarse poéticamente. Acto creativo puro, nace un mundo ex nihilo donde “todo sucede y deja de suceder inevitablemente” como “una caricia divina que te condena”, o el “beso infiel de [una] prostituta sabia”.
Un poco de nada o una nada de a poco
Micaela Mendoza
[…] el decadente mundo que nace de
esta imaginación errada,
es algo, es un poco de nada.
Gabriel Salinas infiere desde lo vacuo y rueda existencialmente en su tono poético, se inserta en el sonambulismo de una escritura filosófica que genera contrasentidos a su paso cuando “[…] en las penumbras habita/el misterio de la fuga”. Así, extrae de los abismos alguna sustancia que conforme ese “poco de la nada” desde la cual enunciar el vacío.
Los versos se intercalan con rastros de tinta china a manera de agujeros negros que detectan a las palabras o las absorben y se fusionan como una caligrafía gráfica.
La tintura se esparce de forma inter(entre)textual creando una especie de imaginario Rorschach desde el cual la subjetividad emerge como un loto de ese charco de pigmento que contiene las preguntas inmersas en la mancha.
“Cercenado el halo de la revelación” el tedio redunda e impregna las páginas de un manifiesto (¿o un enigma?) que tensiona lo apolíneo con lo dionisiaco dando a las palabras una silueta entintada de cuestionamientos.
En Un poco de nada, la maldición del gusaneo mental no se redime en la posterior metamorfosis, sino que paradójicamente hace que el cuerpo enajenado busque enterrarse y posteriormente excavarse pues “[…] lo sublime florece dolorosamente, /entre la sucia mecánica de lo rutinario, que/ahoga todo bajo las sombras grises de los/engranajes que terminamos siendo…”
¿Poco o nada?, ¿nada o poco?, se torna acertijo lanzado a aquel espacio que carece de nombre por su inexistencia o por su lugar de totalidad imposible como cuerpo etérico, divagante, orbitante, enteramente rodeado de la gula autocontemplativa que permite zanjar la inercia y aliviar sus conjeturas en una única resolución: la finitud…la gozosa finitud.
Un poco de nada, la apuesta perfecta
Daniela Peterito Salas
En Un poco de nada, Gabriel Salinas nos empuja a experimentar un ejercicio de condensación donde cada verso se repliega sobre sí mismo, exigiendo al lector un ritmo lento y una lectura de ecos.
La brevedad de los textos contrasta con la densidad de sus imágenes, entonces, tratamos varias veces de llegar a lo que nos dice, quizás nos habla de un poco de nada, quizá, pero con frases terriblemente distintas donde nos dice:
La apuesta perfecta / darlo todo / en ningún lugar
O lo hace con pistas terriblemente cercanas:
Una a una, /se reencuentran las presencias nocturnas del adiós / movilizando la marea crispada, de la nostalgia que invade mi memoria
Todo y nada es posible porque a menudo los poemas bordean lo onírico y lo filosófico. No es una lectura ligera, sino un recorrido que requiere detenerse, volver atrás y, en ese movimiento, descubrir la fuerza de su entramado.
No se deja leer de una sola vez o una sola vez. Cada poema llega como un golpe seco, un mapa mínimo que nos guía, posiblemente con palabras camufladas, donde sus poemas nos llevan a un universo denso y vibrante. Su brevedad no economiza, sino expande hacia nuestra introspección, detrás de cada línea se esconden múltiples resonancias, invitando a habitar las pausas, los silencios y la intensidad de lo que habita Gabriel en su tercer libro y segundo poemario, éste último de la Editorial 3600.
Cuando uno logra sumergirse en este libro, no se devuelve con la expectativa de un viaje largo, sino con la certeza de haber entrado en un territorio concentrado. Un poco de nada es un libro que exige al lector otra forma de atención: leerlo es detener el tiempo, habitar la intensidad, dejarse atravesar por lo mínimo que resulta, en realidad, inmenso.







Comentarios