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Últimas lecturas I .Tres libros del dream team británico

Una lectura de las tres más recientes novelas de Barnes, McEwan y Amis, la célebre gran generación británica de escritores de la segunda mitad del siglo XX. El lector atento hallará más de una asombrosa coincidencia en tramas y motivaciones de estos libros que pueden hallarse en un par de librerías paceñas



Soy muy fan de la editorial Anagrama. Le debemos mucho a Jorge Herralde, fundamental editor ya retirado pero que aún aporta su granito de arena. Hace ya más de medio siglo transformó el mundo literario hispanohablante. Más allá de publicar a importantes autores españoles y latinoamericanos hoy centrales (Pitol, Marías, Monterroso, Piglia, etc.), su gran mérito y aporte fue descubrir y traducir por primera vez al español a muchos de los mayores narradores estadounidenses, británicos e italianos de la segunda mitad del siglo XX, solo por mencionar[1].


El dream team británico de Anagrama es celebre: gracias a la palestra que Herralde les dio en España y América Latina, Julian Barnes, Ian MacEwan, Martin Amis y Kazuo Ishiguro no solo se consolidaron en su país, sino también en el resto de Europa, pues fueron poco a poco siendo traducidos a otras lenguas.


Ahora nos abocamos a las más recientes publicaciones de los tres primeros[2]. Elizabeth Finch, de Barnes, se publicó en marzo de 2023 y Lecciones, de McEwan, en septiembre de ese año. El último libro de Amis (1949-2023), Desde dentro, es ya de fines de 2021.


1

Elizabeth Finch, de Julian Barnes (Anagrama, 2023)

Neil toma un curso de historia para adultos y queda cautivado por la maestra, Elizabeth Finch, una erudita solitaria que poco a poco va develando su genialidad.


…captura lo evanescente apresando el momento, antes de que las flores cortadas se empiecen a marchitar. Cuando las cortamos, hacemos que mueran antes; cuando pintamos, las preservamos hasta mucho tiempo después de haberlas desechado. Y ahí es cuando el arte se convierte en la realidad, y las flores originales en nada más que un breve y olvidado simulacro. (28)


Tras años de amistad esporádica pero profunda, Finch muere y Neil empieza a descubrir aspectos hasta entonces vedados. Decide reconstruir la vida de Elizabeth y las revelaciones poco a poco lo convencen de que lejos de escribir una biografía de su mentora, más bien le llegó la hora de arreglar cuentas pendientes consigo mismo.


Si en la vida, como sentenció el filósofo, unas cosas dependen de nosotros y otras no dependen de nosotros, y si la libertad y felicidad dependen de que sepamos ver la diferencia entre ambas categorías, entonces mi vida ha sido lo contrario de filosófica. (48)


Finch da lecciones aun en su ausencia. Neil trabaja en el eternamente postergado ensayo sobre Juliano el Apóstata (largas disquisiciones histórico-ensayísticas que matizan la novela, no siempre con buena fortuna), y descubre pequeños grandes detalles por años pasados por alto: que la devocional admiración de pronto fue amor, y que en cada discurso, decisión y acción (o, a su vez, silencio e inacción) puede haber toda una filosofía y ética de vida. Lo que Elizabeth Finch siempre procuró transmitir y casi nadie pudo aprehender.


Si algo nos enseñó EF fue que la historia es un camino largo; más aún, que no es algo inerte y comatoso, ahí tumbado esperando a que nosotros la enfoquemos con un catalejo o un telescopio; que es, por el contrario, una cosa activa, efervescente, volcánica a veces. (40)


Es una novela sobre las tardías (pero quizás aún servibles) revelaciones o epifanías. Sobre la caída en cuenta: hay que hacer, no solo proyectar. Hay que llegar a fondo en todo, para no lamentar luego omisiones obvias y no tan obvias que pudieron haberlo cambiado todo.


Debemos tener siempre en mente lo que podría haber sucedido, pero no sucedió, tanto como lo que sí sucedió. ¿Por qué, se preguntarán quizás? Lo que pasó, pasó, y es con eso con lo que tenemos que lidiar. Pero igual no. Y esto no es un simple jueguecito de realidades alternativas… es también una pregunta seria. (32)

 



2

Lecciones, de Ian McEwan (Anagrama, 2023)

¿Cuán determinante y definitiva puede ser una experiencia para toda una vida? Sexo desaforado en la temprana adolescencia, frustración de una madre, una decisión no tomada a tiempo.


…nuestros inicios nos configuran y hay que afrontarlos. (445)


1986: Alissa huye y abandona a su esposo, Roland Baines, con su bebé de meses.

1962-65. Con el cenit de la Guerra Fría de fondo, Roland de 14-17 años, se vuelve amante de su profesora de piano de 25. La aventura, que no se anima a dejar a tiempo en un par de ocasiones, se convierte en una tóxica relación y cambia para siempre su vida. Pianista, escritor, académico prometedor, queda solo en eso, una falsa promesa que envejece a la sombra de lo que pudo ser; conformándose siempre con lo mínimo y con un trauma persistente que se niega a reconocer: sexualización extrema de todas sus relaciones.


Esa mujer te reconfiguró el cerebro. (472)


A partir de esta trama base, McEwan propone un repaso, en retrospectiva, por los hechos más cruciales de la historia europea de la segunda mitad del siglo XX. Rememora la Segunda Guerra Mundial con las historias de sus padres (militar y empleada doméstica) y sus suegros (militante alemán contra el nazismo y frustrada escritora británica).


Novela sobre las herencias. El legado, no solo familiar, sino social. l “destino” que se le preconfigura a uno según aspectos del entorno, coyunturales.


[Alissa] Dijo: “mamá, crecí a la sombra, al frío de tu decepción. Toda mi infancia la viví en torno a tu sensación de fracaso. Tu amargura. No llegaste a ser escritora. Lo que te tocó a cambio fue la maternidad. No me odiabas. Lo sobrellevabas. Pero apenas lo tolerabas, esa vida de segunda fila (…). Estabas destinada a algo mejor y no ocurrió. Te volvió amarga, mezquina, recelosa del éxito cualquiera”. (267)


Pero también, el legado que uno mismo se forja: todo lo que se hace o deja de hacerse, predetermina a futuro.


Estaba esperando a que la existencia se abriera como un telón, a que una mano se tendiera y le ayuda a acceder a un paraíso recobrado. (71)


Y, cómo no, la carga que todos dejamos a nuestra descendencia y que, a su tiempo, recibimos de nuestros padres: crisis, guerras, dogmas.


… las antiguas ambiciones defraudadas u olvidadas y el futuro predecible que se prolongaba sin fin. Y la amargura. Me horrorizaba cómo su amargura se convertiría en mi herencia. (290)

 



3

Desde dentro, de Martin Amis (Anagrama, 2021)

Aunque entre 2015 y 2019, cuando la escribió, no podía adivinar el cáncer que lo mató en 2023, Amis sabía que este sería su último libro. Sentía que había llegado el momento de contarse; es más, poco antes de embarcarse en Desde dentro desechó una primera versión largamente trabajada, en ficción pura. Optó por una autoficción con todos los riesgos que ello implica.


En este libro recrea, guioniza los momentos claves de su vida, en una trayectoria circular sustentada en tres ejes, su estrecha relación con tres personas-personajes centrales en su vida: su gran amigo Christopher Hitchens; su admirado Saul Bellow, a la postre también buen amigo suyo; y Philip Larkin uno de los mayores poetas británicos del siglo XX, y muy cercano al padre de Amis.


La revolución sexual de los 60-70, las historias fundamentales de sus padres, los episodios y fracasos de amor y la paternidad bajo el marco global del devenir político y geopolítico: de Vietnam al 11-S, pasando por la caída de la cortina de hierro[3]. Todo desde las vivencias, intercaladas, de los tres protagonistas; y siempre en relación con Amis: autor y narrador, pero, esencialmente, personaje.


Lejos de resultar pesada y pretenciosa, esta suerte de autobiografía matizada por la ficción (en todo libro de memorias juega rol protagónico la invención, adrede o no, que la mente del autor propone) resulta amena en sus 600 páginas, sobre todo para quienes gustan de completar círculos de vida y obra de escritores seguidos y leídos a lo largo de los años.


El tiempo se ha llegado a percibir como un tren desbocado, que pasa veloz por una estación tras otra. Pero en los días en que yo trepaba los árboles, y jugaba al rugby con los chicos, y con las chicas alguna partida ocasional de tejo en el patio del recreo (actividades las tres que hoy se me antojan increíblemente peligrosas), el tren sin control no se desplazaba más despacio, Nabokov nos dice incluso la velocidad: cinco mil latidos por hora. La vida avanza hacia la muerte a cinco mil latidos por hora. (17-18)


 

[1] A quienes gusten de los entresijos del panorama editorial, les caerán muy bien los libros memorialísticos que publicó Herralde: Por orden alfabético y Un día en la vida de un editor, en los que cuenta imperdibles anécdotas de cómo reclutó e hizo amistad con Bukowski, Tabucchi, Paul Auster; o cómo dio con el gran John Kennedy Toole, por ejemplo.

[2] Del cuarto, el Premio Nobel de origen japonés, tenemos pendiente un texto general sobre los dos o tres grandes temas que atraviesan su literatura.

[3] Como queda visto, McEwan y Amis –grandes amigos por décadas– trabajaron sin proponérselo y casi a la par, en dos obras gemelas: el primero reconoció en varias entrevistas en torno a Lecciones, que nunca se animó a escribir sus memorias pero que le prestó muchos episodios de su vida, de sus familiares y conocidos a Roland Baines y su entorno ficcional. Dos novelas dignas para cerrar (aunque esperemos que aún no para McEwan) sus brillantes carreras.

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