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Un prólogo en forma de aroma

Prólogo del compositor y guitarrista mexicano Miguel Ángel Rivera Bénard para Flores para Nayjama. Trece ofrendas para guitarra, libro de partituras de Daniel Álvarez Veizaga, que contiene además 13 poemas “comisionados” de otros tantos poetas bolivianos. La obra (editada por Editorial 3600) se presentó con conciertos en Cochabamba, Santa Cruz y La Paz


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Las formas de un aroma son infinitas: floral, amaderada, cítrica, oriental, fougere, chipre, gourmand... ¿Cuántas combinaciones e interconexiones olfativas podrían generarse? En cada despliegue creativo se desdobla apenas una fugacidad de las posibilidades innumerables. Este despliegue es un encuentro con el surrealismo —si acaso en tiempos modernos, siempre latinoamericano—, que hace temblar una generalidad de nuestro tiempo: la hiperracionalidad.

 

Así́, en este compendio de ofrendas para las seis cuerdas hallamos un encuentro insospechado guiado por aromas y dimensiones invisibles a simple vista: la guitarra y sus ritmos trascendentales —nativos de la herencia del ritual y antes de la tierra misma—. El canto de un espíritu libre.

 

La poesía como hilo conductordel significado y el sonido:

música libre.

Fundado en la bastedad de la contemporaneidad de un pensamiento sensible:

los creadores.

Brota como exposición y homenaje a una de las creaciones más nobles y bellas:

las flores.

 

Este es un intento preciso y amplio de sumergimiento en aguas latinoamericanas, siendo Bolivia centro sudamericano y cuna andina-amazónica —semiabandonado, cuasi olvidado; pero tal vez también dejado, especialmente y con propósito, en un lugar difuminado con el recuerdo—.

 

Estos lares mantienen ante todo algo intacto y valioso que no se sabe ni casi se observa hoy: el misticismo. En este entretejer, brotan de mi memoria recuerdos en San Cristóbal de las Casas, allá́ en Chiapas, cuna de mi abuelo paterno (marimbista), donde no se han robado el misticismo —porque ni se ve y tampoco sabrían como para qué usarlo—, entonces se deja... Igual, porque ni se nombra, como una sombra del pensamiento que el “mal pensar” no puede ver.

 

Como una divagación alucinante que viaja por rítmicas propias de la guitarra, el compendio se desenvuelve en vastas rutas de formas y narrativas musicales, lo que nos permite entrar a una diversidad oculta, así́ como en la misma selección de flores. Estas mismas son las que permitieron que el imaginario, su ritual y geografía fueran intento de radiografía sonora.

 

Cuando escribía este prólogo en forma de aroma, pude sumergirme en los apuntes del mismo compositor sobre sus flores, los cuales traigo aquí́ de manera textual porque los creo capaces de ilustrar el herbario musical:

 

1. Uva Negra Morenada (Oruro, Bolivia). Una de las teorías sobre la danza de la morenada indica que nació́ como una parodia del pueblo andino hacia los esclavos negros traídos del África que pisaban uva en las haciendas de los señores.

2. Carmín Tinku (Potosí, Bolivia). Cualquier flor color sangre. El tinku es un encuentro, una celebración que incluye reunión, danza y pelea al son de charangos y qhonqotas.

 

3. Buganvilla Bougainvillea spectabilis Tango (Buenos Aires, Argentina). En Argentina, a esta flor se la conoce como Santa Rita. Las siete primeras notas del himno a Santa Rita (Patrona de lo imposible) son la materia prima para el Tango Buganvilla.

4. Obelisco Hibiscus rosa-sinensis Son jarocho (Veracruz, México). El nombre de la flor lo encontré́ en el cuento “Macario” del “Llano en llamas” de Juan Rulfo. El primer compás son las cuerdas al aire de una leona.

5. Urucú Bixa orellana Taquirari-notturno (Santa Cruz, Bolivia). El oriente boliviano suele asociarse con la fiesta, la extroversión. Empero, siempre que me toca dialogar con sus músicas, cometo la impostura de hacer algo íntimo, nocturnal, velado. En este caso incluí́ una cita a mi canción “Colibrí́” como interpolaciones revoloteando dentro de la melodía de Natalia Rocha Gonzales.

 

6. Amancay Alstroemeria aurantiaca Chacarera (noroeste argentino / sur de Bolivia). Hay una leyenda lindísima asociada con esta flor: el amor, un cóndor, la sangre y el sacrificio.

7. Ipê amarelo Handroanthus albus Choro-preludio (Brasil). La flor la encontré́ en el libro de João Guimarães Rosa: Grande Sertão: Veredas, dicho libro inicia con la palabra: nonada. De ahí́ la indicación en la partitura y el eje tonal en Do (lienzo en blanco).

 

8. La siempreviva Limonium insigne Bolero de caballería (La Paz, Bolivia). Esta flor se asocia con los muertos y los cementerios en La Paz, Bolivia. Primero hice una versión orquestal que se estrenó́ en Paraguay en conmemoración a la firma del tratado de paz de la “Guerra del Chaco”, y luego hice la reducción para guitarra. Está dedicada a Alfredo Domínguez, un músico, guitarrista boliviano indígena que “la rompió́”, pero (lastimosamente) no escribía música, murió́ en Suiza... (así́ como Alberto Ginastera). Es nuestro Barrios Mangoré.

 

9. Higanbana Lycoris radiata Gagaku (Japón). La higanbana tiene una leyenda poderosísima en Japón, asociada al más allá́ y la reencarnación. Visualmente la flor parece de otro mundo.

10. Retama Spartium junceum Cueca-tombeau (región andina de Chile, Perú́, Argentina, Bolivia). Es empleada como planta ornamental, muy común en la zona andina: una planta protectora. En Perú́, la canción “Flor de Retama” es un huayño que hace referencia al color amarillo de la flor y a la Rebelión de Huanta de 1969 (Himno revolucionario). Género musical y de baile popular andino. Entabla un diálogo escondido con la cueca “Josefina” de Tito Yupanqui y está dedicada al guitarrista Fidel Ramírez.

 

11. Orquídea Cattleya trianae Porro (región Caribe, Colombia). Está dedicada a Héctor Osaky, el guitarrista que estrena la colección entera. Es una pieza que hace referencia a los clarinetes de la danza colombiana, siendo hecha para que el intérprete luzca su virtuosismo y carisma.

12. Victoria Regia Victoria amazonica Chovena (Beni, Bolivia, Amazonas). Es el nenúfar acuático más grande que existe (por eso es Regia), aquí́ otra vez la impostura de lo oriental boliviano. En lugar de hacer algo festivo, la música es íntima, resonante y explorativa. Me imaginé el nenúfar redondo y gigante, la pieza se trata de los unísonos que se van expandiendo de diferentes maneras. Me influenció mucho el redondo poema de Benjamín Chávez.

 

13. Puya Raimondi Puya raimondii Wayño (región andina de Bolivia, Argentina, Chile y Perú). Es otra flor enorme: 12 metros de altura; florece una vez cada siglo y cuando lo hace produce hasta 8 mil flores. La música está dividida en dos partes: Una de ruidos (para no cuerdos), que sería el cactus (piña), llamada Río de estrellas. Y la otra con el wayño festivo, repetitivo y con un rasgueo hipnótico, llamada “Tawaco: Transfiguración”. Tawaco en aymara significa “flor/señorita”. La idea fue crear un alfabeto nuevo, usando todos los símbolos (17) de la colección (para los ruidos) y en el wayño, contrastar con el ritmo hipnótico y rasgueo. La música avanzaba y pedía una zona de fantasía explorativa, para la cual, dividí́ la guitarra en 3 con ayuda de dos lápices (Puyas).

 

La música está entretejida con las encomiendas poéticas del compositor, quien recrea en este caso la figura de Nayjama “El buscador”, personaje inventado por el escritor boliviano Diez de Medina. Esta es un alma intrépida que busca la esencia de la tierra y el conocimiento. Nayjama significa también, en lengua originaria “Como yo”: un reflejo de la otredad.

 

Captando el timbre surreal en una esencia andina-amazónica, esta obra denota un genuino esfuerzo de creación por el fortalecimiento del espíritu, ligada a una intuición del conocimiento trascendental y ritual.

 

Tuve el honor de presenciar algunos avances de la obra que se dieron como semilla en selva sana, y que al final, he tenido esta segunda oportunidad de escribir un intento de acercarlos a la obra: rica, colorida, aflorada y rizomática.

 

 

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