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Catalina Razzini: “el cine crea memoria, representación y discurso”

Mientras Cuidando al sol –su ópera prima– se exhibe como parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de San Francisco, Estados Unidos (SFFILM) y aguarda su participación en más festivales nacionales e internacionales, Catalina Razzini ilumina el panorama con esta entrevista exclusiva para La Trini.




- ¿Cómo se empezó a gestar el proyecto Cuidando al sol?

- Cuidando al sol tuvo su origen en una imagen que es la que da el título a la película. Una mujer joven (muy joven) quieta, mirando, esperando, ¿cuidando? frente al enorme poder del lago Titicaca. Esta imagen se instaló en mí gracias a la lectura de una poeta uruguaya que admiro mucho, Marosa di Giorgio. Uno de sus poemas plantea precisamente esa imagen, de alguien que permanece quieta desde hace muchísimo tiempo. Ahí empecé a cuestionarme sobre la quietud, sobre qué es lo que hace que una actitud aparentemente pasiva pueda estar suscitando un mundo de movimiento interior.

Desde ese lugar fue que empecé a desarrollar la historia de Lucía, primero en forma de relato, de cortometraje, de argumento y finalmente de guion de largometraje. Participé de varios talleres, laboratorios y residencias de escritura de guion para poder llegar a una versión que me satisfaga en cierta medida, y con ella lograr acercarme a la productora de la película, Paola Gosálvez, de Pucara Films. Es en ese momento, y con ella, que nace verdaderamente el proyecto como tal, con las dos llevándolo por delante, más o menos hacia 2017.


- ¿Qué detalles puedes compartir de los distintos procesos: escritura del guion, preproducción, rodaje y post producción?

- El proceso de escritura ha sido el más largo. Muchos planteamientos vinieron y luego se fueron, para dar origen a otros y así, una cadena de cuestionamientos fue mutando. Empecé a visitar la Isla del Sol mucho más seguido y a quedarme por mucho más tiempo, sobre todo en la comunidad de Yumani, investigando, paseando y empapándome de todo aquello que tanto me atrapaba. Pasé mucho tiempo de escritura en la isla conociendo sus calles, su luz, sus paisajes, su gente, a las niñas que inspiraron a las protagonistas, al entrañable Albino… El proceso como tal terminó en la isla de montaje, donde los hilos se tejen, destejen y vuelven a tejer.

De manera paralela se empezó el desarrollo en sí del proyecto, que tiene que ver con los presupuestos y la búsqueda de financiamiento. En un país como el nuestro, donde hasta ese momento no había ningún tipo de fondo o apoyo estatal para el cine nacional, apostamos a fondos internacionales. Ya con el proyecto encaminado, tuvimos la grata sorpresa de la apertura de convocatorias para el Programa de Intervenciones Urbanas (PIU), fondo de tremenda importancia para la cultura y para la cinematografía bolivianas. Fuimos uno de los proyectos beneficiarios, lo que llevó a acelerar nuestro proceso de pre-producción para entrar a rodaje listxs y cumplir con los plazos establecidos. Durante esta etapa fuimos y volvimos varias veces de la Isla con distintos miembros del equipo, para definir con exactitud las locaciones, para realizar el casting y para entablar todas las relaciones necesarias con la comunidad.

El rodaje duró seis semanas en las que el equipo entero se trasladó a Yumani para vivir y convivir ese tiempo haciendo la peli. Ha sido un tiempo de mucho aprendizaje, trabajo e intercambio constante, con una entrega maravillosa por parte de todos. Las películas se hacen en equipo y hemos tenido la fortuna de contar con uno de los más generosos, profesionales y entregados.

La post producción ha sido un proceso completamente distinto ya que la tuvimos que realizar en medio de la pandemia, con trabajo a distancia y en la virtualidad. Tanto el montaje como los primeros planteamientos de color y sonido fueron trabajados de esta manera, sin embargo, cuando hubo una pequeña baja en los contagios, aprovechamos para viajar a España (nuestro país coproductor y donde realizamos la post) para concluir con estos procesos tan importantes de manera presencial.

Uno de los trabajos que más he disfrutado en esta etapa, ha sido el de la musicalización a cargo de Andrés Razzini, ha sido un tiempo de pensar, cuestionar y replantear ciertos elementos que la película traía y yo con ella.


- ¿Cómo fue recibida la película dentro y fuera de Bolivia?

- Cuidando al sol tuvo su primer estreno en Yumani, la comunidad donde fue filmada. Fue un evento maravilloso en el que participó toda la comunidad y nuestras protagonistas pudieron verse en pantalla grande rodeadas de sus familiares y compañeros de escuela. El recibimiento fue inimaginable, reconfortante y sobrecogedor. Después estrenamos en algunas salas de España donde las reacciones fueron gratificantes; la crítica ha sido siempre positiva y se nos ha dado mucho apoyo. El estreno a nivel nacional fue a finales de febrero de este año y la película aún está en cartelera de la Cinemateca Boliviana.

Cuidando al sol participó de varios festivales como el Femì (Festival Regional e Internacional de Cine de Guadalupe), donde obtuvo el premio a Mejor Guion; fue selección oficial del Buff (Festival Internacional de cine infantil y juvenil de Malmö, Suecia); estuvo en el Festival Internacional de cine de Kerala, en India; en el festival Reflets de Lyon Francia; en el Festival Diablo de Oro, de Oruro, y este fin de semana (el último de abril) es parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de San Francisco.


- ¿Qué piensas de la actualidad del cine boliviano?

- Creo que estamos viviendo un momento privilegiado: hay gran cantidad de propuestas, voces y miradas nuevas que están poniendo el nombre de Bolivia en alto con su cinematografía. Temo mucho que este sea un punto alto y luego la caída nos vaya a doler y desportillar en lo más profundo. En este momento se está cosechando los frutos que un fondo como el PIU puede generar para una cinematografía y con ella para un país. Si no se le da continuidad, si seguimos sin reglamentar nuestra Ley del Cine, sin crear un fondo de fomento estatal digno, sin darle la importancia que se merece, creo que esa temida caída va a ser muy dolorosa.

El cine es sumamente importante para un país, no solamente porque crea memoria, representación y discurso, sino también porque genera crecimiento económico y actúa de embajador ante el mundo dando cara y voz, haciendo crecer nuestra cultura y representatividad.


- ¿En qué proyectos estás trabajando?

- Actualmente tengo un par de proyectos en plena gestación, guiones que van madurando poco a poco y sin tanta prisa para establecerse firmes.



Cuidando al sol: cinematografía del anhelo

Adrián Nieve


Hay una suerte de dolorcito en cada escena de Cuidando al sol, la ópera prima de Catalina Razzini. De pronto, tu empatía se siente aludida por el guion, pero sacudida por cómo la fotografía ilustra la soledad y el anhelo de Lucía (Belén Callisaya), una niña de 10 años que vive en la Isla del Sol y espera cada día el retorno de su padre. Lo digo porque Razzini y su cinematógrafo Santiago Racaj nos muestran escenas macro donde el escenario intenta robarle protagonismo a Lucía. La Isla del Sol desde el cielo, el lago Titicaca al atardecer, son paisajes hermosos y en pantalla Lucía a veces no es más que una manchita, una silueta, una niñita arrimada a la esquina de la pantalla. Pero es ahí donde nuestros ojos comienzan a comunicarle a nuestra mente que esa niña está sola y que no comprender su soledad la pone triste.

Cuidando al sol es una historia de “crecer duele”, pero también es una historia de liberación. Lucía se la pasa anhelando a su papá, ese hombre que le hacía ver el lado fantástico de la vida, aquel “Hijo del Sol” que le hablaba de monstruos mitológicos, de secretos fantásticos en este paisaje que, ahora que él no está, muchas veces la devora.

Es enternecedor ver cómo ella construye este mito mientras intenta ganar dinero para ir a buscarlo a la ciudad de La Paz, así como es desgarrador verla luchar con la idea de la ausencia mientras lanza objetos al agua para comprobar si es que realmente todo lo que se lleva el lago vuelve. Pero el punto clave, a nivel visual y de la trama, es cuando Lucía vive su primer periodo. No solo es el único momento en que su madre le muestra ternura, también es el instante donde su pequeña figura, toda vestida de rojo, le gana al paisaje, cimentando la soledad de su personaje y el (casi) fin de su anhelo. Es un instante que demarca claramente un cambio interno en Lucía, justo al final del segundo acto del filme.

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