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La armonía del silencio

Del poeta, docente y gestor cultural Javier Aruquipa, quien comandó hace unos años el célebre ciclo de lecturas poéticas Delirium Tremens, ofrecemos una selección de poemas extraídos de su más reciente libro, Silencios del frío (Jaguar Azul, 2023), una obra que palpita imaginería andina y reflexión existencial.



Letra que no se escribe

 

Acontecí́ cuando palpé la tierra, cuando sentí́ su olor a mojado. Me supe lluvia, desde entonces, lluvia que moja los campos, que no inunda, que humedece simplemente; me supe viento que va y no regresa; frío que envuelve lo nevado; palabra que no se dice, letra que no se escribe.

 

Edad del barro

En la emancipación de lo sacro, la mecánica de las estrellas permitió́ que el tiempo le pertenezca al hombre.

Lleno de sombras, el mortal procura saber si el cosmos depara para sus días mejores recuerdos, otros caminos que acorten la incertidumbre de su mirada.

Pero el tiempo que está en sus manos calla y sigue su curso por el silencio que siempre será́ la respuesta a esa voz que interroga.


Cartografía

Viene de esa tristeza callada de años la soledad de los silencios del frío. Vienen, con su cartografía ya sin color, caminatas en soliloquio, en busca de certidumbre a los días. Viene del murmullo que arrastra la nostalgia esa duda que impulsa a imaginar piedras discordes e impares, a la espera de otro hacedor que intente lo propio, pero en piedras en series de dos, completas y conclusas, en la mesa de artesano.


Y crece la noche

Y crece la noche y el frío, la melancolía y sus silencios y todo cuanto habita lo oscuro.

Y esboza su letra el cosmos que nace, lunas dispersas, estrellas que caen.

Y lo que brilla en luz envuelve a copos que huyen, a sombras de hogueras negras que arden.

Y anda libre por laberintos y ruecas, por calles nocturnas de hombres sin tierra.

Y ojos deshonestos observan la desnudez de la reina que desmenuza su belleza al viento que la lleva.

Y se escucha en la armonía del silencio que encubre, cuerpos que la rozan, deseos de tenerla.

Y abraza la cerrazón lo solo y su eterno que amamanta, tras el asombro del espanto y su niebla.


Chullpares

Bajo el cielo de miradas que buscan un motivo para entenderse, carcomidos por polillas de bibliotecas rancias con machimbre, aún estamos vivos y respiramos.

Tal vez, justificados por el tiempo, enmudecimos los instantes, callamos los sortilegios. Pero todavía somos nosotros, recubiertos de tierra y sal, de herrumbre y misterio.

El letargo duró centurias y nuestra canción se hizo seca como el tronco, sin embargo, aún se escucha. El ronco eco que se percibe de ella es nuestra memoria. Su voz guardada todavía nos distingue. El viento aún nos acaricia.

Bajo la tierra y el polvo, enterrados entre piedras estamos, en la noche estamos, en el tiempo. Tú morirás y el otro, nosotros quedaremos, pues piedras somos, el frío de lo eterno somos.

Con ojos cerrados y el cuerpo ovillo en montaña recibimos sacrificios. Achachilas nos dicen y nos danzan: durmientes gigantes que percibimos los arawi de gente inconclusa, hasta que suene el pututu.

 

 

Selección de Vadik Barrón

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