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Fracasar con todo éxito

Juan Andrés Palacios, director y cerebro de Rodolfo Laruta y la Sonora Final Los Andes habla con La Trini sobre las aventuras y desventuras de ensamblar una big band en nuestro medio, de su evaluación de estos 10 años de música y de la importancia de la formación musical.


- ¿Con qué concepto nace la Laruta y cómo ves el cambio/desarrollo/evolución de esa idea en estos diez años?

- La Laruta nació de una idea que tuvimos con Rodolfo. Poco más adelante se sumó el Petrus (Pedro Pablo Siles). Queríamos ver qué podíamos hacer con una orquesta de jazz, cuarteto de voces, compositores locales, glicol propílico, ron, kerosene, endulzantes artificiales, acetona, pepperoni y tinte rojo número 2. Tomamos piezas del Diego Ballón, otra del Freddy Mendizábal, un par de composiciones mías e hicimos un primer disco.


Pensábamos al principio que la idea podía ser muy atractiva para los músicos locales y que con el tiempo más gente se sumaría al proyecto, tanto para escribir música nueva para big band, como para dirigirla. Fue un fracaso. En 10 años fui, prácticamente, el único arreglista local que trabajó en la música de la Laruta, con excepción de Rodolfo, que trabajó conmigo los primeros arreglos del único disco que sacamos hace ocho años, y de un par de alumnos que hicieron un par de arreglos puntuales.


En retrospectiva, la idea estaba destinada a fracasar. Desde lo técnico, la educación musical boliviana es precaria y no tenemos mucha formación coral ni de escritura de ensamble o dirección. La formación en esas áreas es larga y necesita mucha constancia y paciencia. Lo que debimos haber hecho es formar gente primero y de ahí crecer de a poco, pero en esa época éramos mucho más inquietos, y así sacamos el proyecto muy rápido cuando todavía no sonaba bien. Tuvimos muchos conciertos al principio donde sonamos muy mal y después eso se queda en el imaginario de la gente. Fue una movida muy mala. La orquesta recién empezó a sonar medianamente bien unos años después cuando decidimos ir más lento.


Todo fue como muy ingenuo al principio. Hacer música orquestal es muy difícil: no hay dinero y todo es más fácil de lograr digitalmente. ¿Para qué voy a aprender a dirigir, componer y editar partituras e improvisar sobre escalas modales si es que, después de meses de escribir una partitura y de múltiples ensayos con gente que trabaja gratis y que no se dedica enteramente a este tipo de proyectos, la música no sale bien? Para eso, me quedo en mi casa y hago todo en la compu. Al principio pensé que la gente vería más el entusiasmo y se sumaría al proyecto, pero en realidad, por lo mal que sonaba la orquesta, la gente se fue alejando. Era lógico.


No logramos sostener la idea inicial por mucho tiempo. Primero Rodolfo dejó de contestarme los mensajes y cuando me respondió me dijo que no iba a continuar trabajando en el proyecto. Al principio pensé en cambiarle el nombre a la orquesta, pero al final me pareció más chistoso mantenerlo como estaba. ¡Que se joda! ¡Que se haga responsable! Después se salió el Petrus. Nuestras ambiciones con el proyecto eran distintas. Pienso que fue una buena decisión. Al final esto me dio más libertad artística y pude hacer cosas que me interesaban mucho más en términos musicales.


Después de esa caída, todo fue lentamente para arriba. Entró Julia Peredo y se convirtió en un apoyo importante. Decidimos experimentar con muchos géneros distintos con la orquesta: desde la música contemporánea hasta la cumbia. Empezamos a hacer temporadas de conciertos y preparar cosas nuevas para cada una. Optamos por presentarnos en espacios más pequeños y crecer de a poco.


Fuimos invitando a todos los músicos locales con los que interesaba trabajar e hicimos arreglos para ellos. Trabajamos con gente como la Mayra Gonzales, el Papirri, el Carlos Fischer, el Grillo Villegas, el Álvaro Montenegro, el Óscar García y el Luis Bredow, entre muchos otros. Durante meses me tocó escribir como uno o dos arreglos orquestales por semana. Fue una oportunidad de trabajar con mucha gente distinta y conocer a profundidad su música. Fue la mejor decisión, siento que crecí mucho en esa época.


Esta etapa terminó con la salida de Julia. Fue el último empujón para hacer algo mío y tomar las riendas totales del proyecto. Modifiqué el ensamble: ya no más big band. Cambié toda la sección de trombones por una de cuerdas. Ahora, por primera vez no tocamos música de nadie más. Es música mucho más hermética: ya no estoy buscando contentar a nadie ni convencer a los músicos de nuestro medio de que la música orquestal es posible o rentable. Es algo mío, nada más. Estoy haciendo una excepción en el aniversario donde tendremos a varios invitados especiales con los que haré algo de nuestro antiguo repertorio.


La verdad es que soy muy afortunado en tener una orquesta de tanta gente dedicada a hacer mi música. Creo que es un lujo.



- ¿Qué hitos (shows, obras, colaboraciones) destacas de estos diez años de la banda?

- Destaco mucho las participaciones con músicos de otros países. El esfuerzo que representa convocar a músicos de otros lados es fuerte. Es mucho trabajo logístico y además es plata: hay que pagar pasajes, hospedaje y viáticos, y somos una orquesta muy pobre. Por otro lado, mirar hacia afuera es una forma de renovar la mirada en uno mismo; no se trata de importar conocimiento, se trata de intercambiar miradas. Hemos podido trabajar con Eda And (Turquía), Daniel Camelo (Uruguay), Federico Valdez (Argentina), Benjamín Vergara (Chile) y Federico Gamba (Argentina) como invitados internacionales.


- ¿Cómo encaras el repertorio y la aproximación entre distintos ámbitos musicales: popular, jazz, contemporáneo, etc.?

- Hay un artículo de Sergio Calero llamado: “Jazz a 4.000 metros de altura. El jazz en Bolivia”, en el que menciona que, debido a la escasez de productoras de audio, hasta fines de los 50 los músicos locales solo podían grabar su música en otros países (usualmente Argentina). Además de productoras no había tampoco reproductoras de discos, así que en Bolivia se escuchaba más las sobras de lo que consumía el mercado argentino. Fue recién con la aparición de Discos Méndez, que fue tanto una productora como reproductora que compraba los derechos de disqueras internacionales para imprimir discos de manera local, que la audiencia pudo conocer, y al mismo tiempo, el rock que llegaba de afuera y la música folklórica. Según Calero, no es casualidad que las primeras bandas de rock boliviano (como Wara o Climax) hayan tenido influencia del folklore y que la primera banda de jazz también miraba al folklore: Jazz a 4.000 metros de altura, de Johnny Gonzales. De los discos de jazz de músicos locales en nuestra historia no recuerdo uno solo que no sea una mezcla de estilos.


Yo no pienso mucho en géneros y no me encanta la palabra fusión. Sale la música que está en mi cabeza y supongo que es fruto de lo que escucho. No sé cómo nombrarla. Tampoco pienso en si la Laruta es original, en sus recursos… no pienso que estoy haciendo nada realmente nuevo y no veo la novedad como un valor. Lo que sí pienso que se destaca de la Laruta es lo fina que es la escritura de sus piezas. Cada movimiento de voz está pensado, cada acorde está bien puesto. Nada está dejado al azar. Por eso es que nuestra música es difícil de escuchar. Hay mucha información. Más es más. Tal vez por eso es que no ganamos plata.

“Yo no pienso mucho en géneros y no me encanta la palabra fusión. Sale la música que está en mi cabeza y supongo que es fruto de lo que escucho. No sé cómo nombrarla. Tampoco pienso en si la Laruta es original, en sus recursos… no pienso que estoy haciendo nada realmente nuevo y no veo la novedad como un valor.”

- ¿Cómo ves –a grosso modo– el panorama de la música boliviana actual?

- No sé realmente si soy muy bueno hablando de música local. No soy melómano. Lo que sí puedo hacer es comentar música que he escuchado recientemente y que me ha gustado.


Me ha gustado mucho el disco Empero de En Árbol Difunto. Me han gustado los últimos discos del Arpad [Debreczeni] y del Grillo [Villegas] con su gatito en la portada. Hace tiempo que me he saturado del folklore urbano y a estas alturas ya no estoy actualizado. Tal vez lo mejor que escuché es el grupo Ayra: hay una morenada que me genera algo raro, es como un melodrama ontológico que se llama “Nada es para siempre”. Me gusta un acorde bien puesto por ahí en el coro. Esas cosas se me quedan.



- Como alguien en permanente estudio y como docente, ¿cómo ves el tema de la formación musical profesional en Bolivia?

- Pienso que los esfuerzos se están enfocando más en generar títulos y sacar alumnos en masa que en formarlos desde una perspectiva técnica. Pienso que la música es antes una carrera técnica/artesanal que artística. Muchas carreras están enfocadas a que los músicos tengan conocimientos generales en música, pero muy poco dominio del instrumento. Pienso que hay que solucionar primero lo básico: la musicalidad temprana, la educación en los colegios. Eso es lo más importante.


- ¿En qué proyectos musicales estás trabajando actualmente?

- Ahora estoy sacando un disco muy ambicioso que se llama La hora del asombro. Es una producción mixta entre músicos de Buenos Aires y colegas de La Paz. Estoy muy contento con el resultado. Mandaré el disco a mezclar a Barcelona en unos días y espero poder presentarlo en abril del próximo año. Es la producción más ambiciosa que he hecho hasta la fecha.


Además, estoy trabajando en Bolivia Clásica, que es ahora una escuela muy estricta de formación musical enfocada a música “clásica”. Estoy muy contento con eso porque es una institución que se toma muy en serio la parte técnica de la música. En algún punto hay que encontrar un balance, pero por el momento estoy muy a gusto enfocándome en lo estrictamente técnico: armonía y contrapunto tradicional.


“Estoy sacando un disco muy ambicioso que se llama La hora del asombro. Es una producción mixta entre músicos de Buenos Aires y colegas de La Paz. Estoy muy contento con el resultado. Mandaré el disco a mezclar a Barcelona en unos días y espero poder presentarlo en abril del próximo año. Es la producción más ambiciosa que he hecho hasta la fecha.”


* “Fracasar con todo éxito” es el título del primer disco del cantautor tarijeño Montellano.







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