Foto: Wálter Araos
¿Cómo sobrevivir a la muerte de un poeta, filósofo y maestro? ¿Qué sucede el día después de su ausencia?
La muerte tiene tiempos y métodos caprichosos. La memoria anhela el reencuentro con la imagen de Juan Araos por los pasillos de la Facultad de Humanidades; escuchar el eco de sus pasos y sentir la presencia de ese gran maestro que siempre nos retó a pensar, a manejar la lógica y encontrar el tesoro infinito de la poesía. Resulta fértil recordarlo desde la singularidad del acento chileno, de sus bigotes que nos hacían llamarlo Azkargorta, recordar cómo le irritaban ciertos ruidos en el aula y cómo nos esforzábamos para entender los silogismos en su clase.
“Todo hombre es mortal”, era la primera afirmación que lanzaba en la materia de Lógica. ¿Cómo estudiar un método en la locura?, nos preguntábamos los alumnos de la Carrera de Psicología, admirando la naturalidad que tenía para detectar y nombrar lo profundo, como buen creador de haikus que era.
Descubrir la poesía de Juan Araos fue ingresar a un mundo donde resuenan “frutos de la tierra” del paisaje que habita, sobrevuela y “recolecta sílabas audibles, escenas recién iluminadas”. Cómo no deslizarse por esa voz en la que la “mariposa ojo” sobrecoge con su presencia.
Antes de que la comunicación virtual fuera la única alternativa, lo vi sonrojarse y conmoverse al leer un poemario en la sala de docentes. No me interesó el título del libro, porque entonces comprendí que los gestos son el mapa de las emociones, y supe también que tener a un Maestro y amigo con tal sensibilidad, era como encontrar un tesoro en el fondo del océano.
Aún sigo leyendo sus sugerencias y correcciones. Juan Araos siempre estará presente con sus enseñanzas, vibrando en sus poemas, habitando en nuestra memoria como el infinito océano, iluminando nuestro recuerdo.
¡Adelante los faroles!
5
Un deseo de
viñas recién plantadas
un aroma terrestre
6 Manos húmedas
semillas tornasoles
inmateriales
9 A la orillita de una gota de agua
la hormiga bebe
11 La mariposa
inmóvil sobre la flor
sus alas bate
31
Días de fiesta descalzas por los pastos
lejos del pueblo
55
La lluvia lava los ojos de la tarde
lloran de nada
84 La muerte ciega la noche iluminada
sin una estrella
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